—¿Qué vas a querer? —gruñó Alexander cada vez más malhumorado y sin poder disimular lo incómodo que se sentía con aquella situación.Roger no es que se sintiera mejor.El plan «seducir a la pulga» no estaba yendo como ellos querían.Pensó que el hombrecillo iba a ser más fácil, pero ya habían perdido toda la mañana y ese engendro del demonio no había soltado nada que sirviera.—Me gustaría mucho comer un helado, con chispas de chocolate —comentó Bastian como si no lo hubieran llevado a desayunar y no se hubiera tragado la mitad de lo que ofrecían en la carta.—Ir a comer un helado puede ser un buen plan para tres amigos que quieren sentarse a charlar con calma —dijo Roger intentando que la incomodidad de Alexander no se hiciera tan evidente.—Me siento en las nubes, nunca esperé que me agasajaran de esta forma y no un hombre, ¡dos! Pero ¿están seguros de que solo quieren hablar? Podemos comer el helado los tres… Sobre mi cuerpo desnudo. —Roger sintió un escalofrío y no pudo ocultar la
—Eli, de verdad que no puedo creer que Alexander esté involucrado en algo así —le dijo Diana mientras observaban a Roger, Alexander y a Bastian en la playa.La noche anterior su amigo había llegado muy misterioso y se las llevó aparte en el mismo momento en que sus esposos desaparecieron juntos.Ambos traían el rostro ceniciento y mucha preocupación en su semblante, pero se negaron a hablar y se encerraron juntos en el despacho de Roger.La respuesta a aquel comportamiento la tenía Bastian.Cuando las informó de lo que aquellos dos orangutanes estaban dispuestos a hacer por sacarle información, decidieron llevarlos al límite.—Sigo diciendo que lo mejor habría sido que le contara la verdad, si está dispuesto a escucharla y a creerla sin importar lo que le duela, yo no quiero tener secretos con Roger —dijo Elizabeth.Al final, no podía estar protegiéndolo siempre, le habría gustado que él no tuviera que saberlo, ya no vivía con su suegra ni con su cuñada y lo ocurrido para ella era par
Su amigo se soltó de su agarre, tampoco es que él pusiera mucho empeño en retenerlo, nada le apetecía más que borrarle la sonrisa.Cuando más escuchaba a Bastian hablar más factible veía la idea de lanzarlo al mar con una enorme piedra colgada al cuello.La pulga esquivó el derechazo de su amigo, era rápido, pero cayó al suelo boca arriba y miraba a su alrededor como si esperara que alguien lo salvara.Roger ya se había cansado, no sería él quien lo ayudara, ese hombrecillo se había ganado una paliza y se iba a sentar con toda la comodidad a presenciarlo.—¿Necesitas ayuda? —le preguntó a Alexander—. Yo creo que puedes tú solo, pero si quieres lo remato yo, ve comenzando.Su amigo sonrió con esa expresión que decía lo mucho que lo iba a disfrutar y golpeó la palma de su mano con el puño simulando lo que haría con el rostro de Bastian.—Cuánta agresividad y testosterona en un solo hombre, cómo me pone este vikingo.—Lo que te voy a poner es en el cementerio, pulga del infierno.Alexand
Elizabeth corrió para escaparse de su esposo y su expresión de incredulidad tras escuchar las palabras de Bastian y de los rostros que la miraban con lástima.Roger había quedado tan impresionado al escuchar a su amigo que ni siquiera reaccionó cuando ella se dio la vuelta y comenzó a correr.No la creyó, pudo ver en su mirada como la incredulidad inundaba sus facciones y ella no pudo soportarlo.Su esposo la alcanzó cuando estaba por arrancar el coche para marcharse de allí.Iba a acelerar, aturdida y con lágrimas en los ojos cuando sintió que le golpeaban el capó.Su esposo estaba frente al coche, impidiéndole que se escapara.Había colocado ambas manos sobre el capó y tenía la cabeza mirando hacia ese lugar mientras respiraba con dificultad.Al parecer había corrido mucho para alcanzarla.Elizabeth abrió la ventana y asomó el rostro.—Roger, ¿puedes apartarte? Quiero ir a casa —intentó que su voz no se escuchara entrecortada, pero era difícil porque las lágrimas no dejaban de salir
Que confiara en él había dicho.Ella había confiado y tras liberar a su madre de las garras de los niños y de que la pobre mujer diera las gracias porque hubieran regresado temprano, Elizabeth le contó todo a su esposo y lloró de nuevo por tener que recordar cada detalle.Roger no se conformó con una explicación rápida como la que dio Bastian, él quería saber todo.Estuvo más de dos horas recordando la cantidad de veces que la hicieron llorar y la forma en que la hacían sentir menos.Se había quitado un peso de encima, pero no comprendía la actitud de su esposo.La escuchó en silencio y pudo ver por su expresión que estaba furioso, pero intentaba no demostrarlo.Después, sin decir nada sobre lo que le había contado, le había dicho que se arreglara porque saldrían a cenar.Elizabeth al parecer lo malinterpretó.En su mente, ella creyó que la llevaría a algún restaurante, que iban a tener una velada romántica a solas después de aclarar las cosas, pero, para su sorpresa, Roger acababa d
Roger tenía toda la atención puesta en él.Generalmente no se destacaba por tener mal carácter y menos por tener interrumpir una reunión dando un golpe en la mesa que los asustó a todos.No quiso mirar a su esposa porque sentía vergüenza de él y de su propia familia.De verdad había estado ciego, se preguntaba si la actitud de su madre siempre fue así frente a él y no se había percatado.Ya estaba alterado después de escuchar los ruegos de su hermano para que lo perdonara por su traición y aquello solo colmó el vaso.El muy estúpido todavía creía que estaba enfadado porque le había quitado a Natalie.Eso se lo agradecería de por vida, su molestia era la traición, no podía fiarse de él.Cuando saludó a Elizabeth sintió que enloquecía, tanto así que apenas se quedaron solos no pudo controlarse y le dio un derechazo.Con las manos aún colocadas sobre la mesa, miró a su madre y le dijo:—Siempre supe que eras demasiado «especial» con las personas, mamá —ni él reconocía su propia voz, esta
Una semana después de la cena Roger y Elizabeth parecían que estaban de luna de miel y los Turner no dejaban de decir que aquella visita se había extendido demasiado y que era mejor regresar a casa.Su esposo y ella buscaban cualquier excusa para intentar extender su estadía y el matrimonio solía acceder a la mínima petición.—No me podías dejar sola, le prometí a Bastian que le conseguiría un marido y no sabría cómo escoger, Diana. —Acababan de ir a una agencia de contactos y llevaban un catálogo de hombres para su amigo.—Espero que eso le ayude a dejar de acosar a mi esposo, no sé por cuánto tiempo voy a poder evitar que Alexander lo mate. Un día puede que la que lo asesine lentamente sea yo, soy muy territorial —argumentó Diana.—Eres celosa y mucho —dijo Elizabeth en tono jocoso—, pero Alexander no tiene ojos para otra mujer que no seas tú.—Él sabe que tiene unos preciosos ojos y quiere conservarlos en su lugar, si anda mirando a otras ciego también me sirve. —Estaban por llegar
Natalie tuvo que esperar a que esa idiota de Diana y la esposita de Roger se marcharan.Esas dos no podían ser más inoportunas, estaba esperando a que la asistente de Roger saliera para que le diera información.Ahora que Paulina se había negado a ayudarla tuvo que buscar otra solución.No había sido muy difícil ganarse la amistad de la asistente, la chica era bastante solitaria y con llorarle un poco había sido suficiente para que se compadeciera de su «terrible historia de amor».Le costó arriesgarse con Rosmari, le daba miedo que fuera a contarle todo a su jefe, pero no le quedó otro remedio.Por el momento, la tenía de su lado y era todo lo que le importaba.Pedirle ayuda a Anderson era lo último que quería, ese viejo verde obligaba a pagar sus favores muy caros.Se le revolvió el estómago de solo pensar en tener que acostarse con ese hombre de nuevo.Natalie haría lo que fuese necesario y buscaría todas las opciones antes de regresar a pedirle nada.—Rosmari, psss, psss, estoy aq