Elizabeth se dejó arrastrar al interior del local y no pudo evitar contagiarse de los ánimos de Diana.—Ahora sí puedo beber —la escuchó decir cuando les trajeron lo que su amiga pidió a la mesa en la que se encontraban.—Llevamos bebiendo toda la noche —murmuró Elizabeth con voz atolondrada por el exceso al que esa mujer la había estado sometiendo.Comenzaba a pensar que intentaba emborracharla, pero se lo estaba pasando tan bien que alzó la copa y brindó con ella justo en el momento en que la música comenzó a sonar y dos hombres enmascarados entraron al escenario.Diana se levantó del asiento y comenzó a vitorearlos a gritos.Los hombres estaban detenidos y se miraban unos a otros como si no supieran qué hacer, pero eso no impidió que su amiga lograra que todas las demás féminas del local también comenzaran a gritarles.Elizabeth, que no estaba acostumbrada a aquello, se cubría la cara de la vergüenza sin parar de reírse, pero al final no pudo evitar ponerse junto a Diana y gritar t
Roger encontró su ropa en el mismo lugar en donde se cambió.Soltó a Elizabeth y la acorraló mientras él se vestía con prisas.No quería darle oportunidad de salir corriendo cuando se quitara la máscara y descubriera que era él.Conforme los minutos pasaban estaba cada vez más molesto porque ella no parecía tener intención de salir corriendo de allí.Lo estaba esperando para tener una aventura extramatrimonial, pues que se fuera olvidando porque no tendría eso que tanto parecía estar buscando.Sin quitarse la máscara y ya vestido, la agarró de la mano y la sacó por la puerta trasera del local.—¿A dónde me llevas, guapo? —la escuchó balbucear entre risas.Al parecer ponerle el cuerno consigo mismo a ella le hacía mucha gracia, pues él estaba furioso.—Ya lo verás —gruñó y se dirigió a su coche que continuaba aparcado en el mismo lugar donde lo había dejado cuando llegó.Su amigo se habría marchado en el coche de alquiler que llevaba Diana.Roger la colocó frente a su auto, pero Elizab
Elizabeth despertó entre los brazos de su marido, Roger la mantenía tan sujeta que le era imposible moverse.La luz que se filtraba por la ventana le provocaba unos pinchazos horribles en la cabeza.Mataría a Diana por hacerla beber de esa manera, o quizá mejor la mandaría a canonizar para rezarle después del milagro que le acababa de hacer.Intentó moverse con suavidad para no despertarlo, pero cuando lo intentó, en lugar de liberarse, su esposo la tiró boca arriba y cayó sobre ella sacándole todo el aire.—¡No seas bruto! —jadeó aguantando el peso completo de Roger sobre cuerpo.Lo escuchó reírse junto a su cuello para después decirle algo que le enrojeció el rostro.—Anoche no te quejabas, gordita, me decías que te diera más fuerte.—Yo no… —Todos los recuerdos de la noche anterior llegaron a su memoria y si ya tenía el rostro enrojecido en esa ocasión sintió que le ardía—. No hacía falta regodearse.En esa ocasión, la carcajada de su esposo fue más audible, cuando la miró, los ojo
Elizabeth dejó pasar a Paulina y cuando entró, tanto Alexander como los hijos de Diana se la quedaron mirándola con curiosidad.—Es una visita de vuestra tía Elizabeth, ni se les ocurra hacer nada raro —graznó Alexander echándole una mirada amenazadora a sus hijos.Elizabeth se sintió muy querida en ese momento, al parecer acababa de ganar cinco sobrinos, muchas personas que la apoyaban y tenía de vuelta a su esposo.Aquello debía significar algo bueno y no iba a permitir que Paulina se lo arruinara.—El bebé que llevas en brazos… —Elizabeth se dio la vuelta para mirar a Paulina y su cuñada señaló a Andrew—. ¿Es mi sobrino? ¿Podría cargarlo?—No puedes —respondió Bastian con rapidez y se lo quitó de los brazos tomándolo de forma protectora entre los suyos.Después se acercó a Alexander y se lo dio a él para que lo cuidara.El rostro de arrepentimiento de su cuñada era muy creíble y de verdad se veía a punto de llorar.Era una excelente actriz.—Acabemos cuanto antes, hablemos en… —Mir
Roger había pasado la mañana ocupado haciendo su traslado de oficina.Parecía un niño pequeño al que le acababan de regalar un juguete nuevo.Sabía que su esposa tenía en mente devolverle las acciones y regresar a trabajar en la empresa de su padre, pero él esperaba convencerla de que se quedara.Había vuelto a trasladar todo a la oficina que ella ocupó y colocó de nuevo en la puerta la placa con sus nombres.Pronto tendrían que organizar el nuevo desfile y quería que Elizabeth estuviera con él en ese momento.Solo esperaba que en esa ocasión todo saliera bien, la empresa necesitaba que fuese así.En los tres años que su esposa estuvo fuera, todo se le vino abajo.Incluso los esfuerzos que hizo para sacarla a flote fueron en vano, siempre surgía algún imprevisto que lo estropeaba.Pero ahora estaba esperanzado, Elizabeth y él siempre habían hecho un gran equipo sabía que los dos juntos solventarían lo que fuera.—Vaya, vaya —escuchó una detestable voz a su espalda. Justo en el momento
A Elizabeth le temblaban las manos y rogaba para que Roger tardara mucho en traer el botiquín.No quería que escuchara esa conversación sin antes explicarle lo que intentaba hacer, en ese momento fue lo único que se le ocurrió y decidió aprovechar el momento.Anderson llevaba varios años queriendo ver hundido a Roger, ella había pensado mucho en eso desde que regresó.La única persona con motivos para grabar la reunión que tuvieron no era otro que ese hombre.También estaba segura de que en el tiempo durante el cual ella desapareció, fue ese hombre el que ayudó a destruir la reputación de Roger y el que lo boicoteó.Ella estaba segura que no había sido su padre, quizá al principio sí, pero no después.Tendría que hablar con él largo y tendido, pero su intuición le decía que no había sido así.Elizabeth le pidió que no hiciera nada en contra de su esposo y estaba segura que su padre respetaría su decisión.Así que solo le quedaba sumar dos más dos, si no fue su padre, había sido Anders
Elizabeth no tuvo más opción que llamar a su padre para pedirle prestado el dinero.Ella no tenía esos fondos, podía pedir un préstamo al banco, pero la cantidad era tan grande que pedían a su padre que fuera su aval.Sin importar el cómo, debía avisarlo y hacerlo partícipe de esa decisión.—¿Te has vuelto loca? —le dijo en cuanto la tuvo a solas en el despacho del abogado y la agarró con fuerza del brazo—. ¿Qué se supone que estás haciendo, hija? ¿Qué es eso de casarte con ese hombre?Elizabeth le explicó con rapidez cómo había surgido la idea para después mirarlo con ojos de cordero a medio morir.—¿Me ayudarás? Por favor, no quiero tener que ver a ese hombre día a día, burlándose de Roger y mirándome de esa forma tan asquerosa.Su padre le palmeó la cabeza como si fuera una mascota y después la despeinó.—¿Tanto confías en tu esposo? ¿Y si dentro de un par de meses decide que quiere darte el divorcio? Te verías teniendo que cumplir con algo que no quieres y mientras él estaría muy f
En el momento en el que Roger reaccionó fue cuando vio a Elizabeth fruncir el ceño y frotarse el trasero porque había una piedra debajo de ella.—Eso me dejará más marcas que tú cuando… —Se enmudeció cuando él se agachó para ayudarla y tuvieron sus rostros demasiado cerca.Roger no iba a caer en ese juego, la había escuchado a la perfección.Sus palabras, sus planes de venganza y ahora lo miraba con el rostro enrojecido, fingiendo que recordaba las ocasiones en los que ambos tenían relaciones.—No te quejas nunca de las marcas que te dejo, «gordita» —su apelativo cariñoso salió entre dientes.Había decidido que no iba a ponerse a gritar como un loco ni a reclamarle, quería saber hasta dónde era capaz de llegar con sus mentiras.Ella esbozó una sonrisa que hizo que el rostro se le iluminara y él maldijo por querer besarla.Elizabeth lo agarró de los hombros y se sentó en la arena, sin previo aviso, tiró de él haciendo que su rodilla quedara en el suelo para no caer sobre ella y lo besó