Lloró durante horas sin saber realmente qué sucedería, el temor por el destino de su amigo seguía latente. «¿Qué pasaría con Christopher?», se preguntó Eloísa una vez más, mientras las lágrimas se escurrían. —¡Por favor, abran!—siguió gritando a cualquiera que pudiese escucharla, sin embargo, nadie se compadecía. De esa forma, la mujer se fue sintiendo cada vez más debilitada, sus piernas se doblaron hasta tocar el suelo, mientras sentía un ligero mareo. Eloísa tocó su vientre y sintió una punzada que no supo identificar de dónde provenía y, de pronto, la mujer gritó, pero esta vez de agonía, un profundo dolor la atravesaba. Todo se volvió negro para ella, cuando al bajar su mirada observó entre sus piernas un líquido escarlata que descendía hasta llegar a sus tobillos, aquello se trataba de sangre.—¡No, mis bebés!—¿Señorita, qué pasa? Una de las empleadas, quien se mantenía atenta, pero sin involucrarse, abrió la puerta de inmediato ante el cambio de situación. Lo que encontró
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