2. ¡Lárgate de esta casa!
Minutos más tarde, después de sobornar a la recepcionista del hotel para que le facilitara el número de la habitación, tomó el ascensor y se plantó en el piso indicado. Tomó el pomo entre sus manos que ahora sudaban y temblaban de rabia, dolor, de sentimientos encontrados… y abrió.La escena fue lo más escalofriante que hubiese presenciado jamás en su vida.El cuerpo de su mujer, ese que tantas veces había tocado… poseído como un salvaje, estaba completamente desnudo sobre las sábanas, sudando de saciedad, felizmente dormida, y a su lado, el vicepresidente del corporativo también reposaba.¡Hijo de…! Quiso gritarle, quiso tanto arrancarle las extremidades, una a una, hasta que colapsara de dolor, de sufrimiento… del mismo que él estaba sintiendo en ese momento.De esa sabandija podía esperarse cualquier cosa, pero, ¿de ella? ¡De ella no!Negó con la cabeza, y asqueado, salió de allí. Ninguno de los dos valía tanto la pena cómo para formar un escándalo, pero que les quedara claro que e
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