19. “Una carta bajo la manga”.
Los jovencitos volvieron a la aldea, un tanto decepcionados, tal vez, por no alcanzar el objetivo, por no haber encontrado a la pequeña Sarah, a pesar de su intuición, o lo que ellos veían como tal. Ian, al llegar, entró rápidamente con dirección a su habitación, necesitaba estar solo y así pensar, qué podría hacer para hallar a su hermana, pero antes... necesitaba descargar toda esa rabia y esa tristeza que llevaba a cuestas. Su vida había dado un vuelco muy fuerte, algo que no se esperaba. En cuestión de solo días, había perdido su felicidad, a sus padres, su hogar, su vida y, por si fuera poco, a su hermana, su pequeña hermana a quien había prometido cuidar y proteger del mundo entero, si así fuera necesario. No era fácil, la verdad, no lo era. —¡Esta no es la vida que yo quería vivir! ¡Me siento muy mal, muy mal! ¡Mamita, ¿por qué no nos llevaste contigo? Tal vez, en el cielo... seríamos felices como lo fuimos aqui en la tierra. —susurraba Ian entre sollozos, acostado boca abajo
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