Lo peor del caso, y lo que más le preocupaba, era que ese día cuando iba a salir a trotar buscó entre sus ropas ese conjunto que casi nunca usaba, porque los hombres se volvían como locos diciéndole piropos, algunos de los bastantes subidos de tono. Por eso ella usaba siempre los pantalones deportivos de algodón un poco anchos y con unas franelas también de algodón, pero holgadas, de manera que sus hermosas líneas corporales y sus atributos no se notaban mucho.Pero esta vez lo había buscado adrede, se lo había colocado y se había admirado al espejo con ojo crítico, y se había dicho a sí misma que ese era el apropiado para deslumbrar a cualquiera, aunque no era cualquiera en el que ella estaba pensando, sino en el hombre adulto que la había salvado, pero lo cierto es que quería lucir, que la viera tan hermosa como era, que la admirara. «¿Por qué? se preguntó a sí misma»Bridgette no envía una explicación racional, pero estaba empeñada en que él la viera bonita, hasta deseable. Y aunq
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