Felipe cargó al bebé en sus brazos. —Duerme, mi amor, sigue soñando. Matías se acurrucó en su pecho, y cerró sus ojos. —¿Lo harás, o no? —exclamó Leonel severo, Felipe lo miró incrédulo de que no se diera por vencido. —Papi, ¿Quién es? Felipe siseó, miró a Leonel con rabia. —Lo pensaré. Leonel le miró con rabia y salió porteando la puerta, asustando más a Matías. —¿Está enojado, papi? Tengo miedo —dijo, lloró. Felipe negó y lo arrulló en sus brazos, luego durmieron. Felipe abrió los ojos, eran las cuatro de la mañana, dejó a Matías en la cama, cobijándolo bien, caminó por la habitación, pensó en ella. «Pobre, Anne, debe estar sufriendo por su padre, y encima, saber de mí, debe odiarme, debe maldecirme, pero, si me niego, si no obedezco a Leonel, ¿Qué será de ella? ¡Anne! Solo quiero verte feliz, aún ahora, que el tiempo ha pasado, aún te amo» Jazmín estaba frente a Anne, estaban en la cafetería, tomó su mano. —Lamento decirte que eres una mártir y una estúpida, no debí ser
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