-Si me disculpan, señoritas, necesito ir al tocador. - Dije levantándome. Todas las presentes se levantaron y yo les hice un gesto para que continuaran con nuestros juegos. Había preparado un par de ellos para tener entretenidas a las lobas; eran pequeños juegos de azar en donde cualquiera de ellas podría ganar. ¿Los premios? Algunas joyas pequeñas que había reservado de mi anterior robo... quiero decir, de mi anterior misión en la casa del Alfa. Las lobas reían, bebían, comían... y estaban distraídas. Tomé un plato y un trozo de pastel antes de salir del salón. Caminé rápidamente por los pasillos del castillo hasta la Sala del Consejo, una habitación en la segunda planta del castillo en la que se reunían los Alfas, el Consejo, mi tío, algunos guardias de confianza y algunos espías. -Princesa. - Dijeron los uardias que custodiaban la puerta de la entrada con una reverencia pronunciada. -Hola David, hola Gideon, ¿Cómo les va? -Bien princesa. -No me quejo. -Eso es genial, chico
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