La noche de la celebración se había desvanecido, dejando atrás una estela de risas y luces apagadas. Brenda se encontraba en la cocina, limpiando los restos de la fiesta, pero su mente estaba lejos de las tareas que la rodeaban. Las palabras de Thomas resonaban en su cabeza, como un eco ominoso que no podía ignorar.—No puedo dejar que esto nos afecte —había dicho Damián, y esas palabras la perseguían, llenándola de ansiedad.Mientras fregaba los platos, su mente seguía volviendo a lo que había sucedido entre ella y Damián. La conexión que habían compartido, el beso prohibido, todo parecía un sueño, pero la realidad de su situación era innegable. ¿Cómo podían continuar con esto? La boda de Damián estaba a la vuelta de la esquina, y ella era solo la sirvienta en su casa.De repente, un sonido la sacó de sus pensamientos. La puerta de la despensa se abrió, y un viejo baúl cayó al suelo, liberando una nube de polvo. Brenda se acercó curiosa, levantando la tapa. Dentro encontró documentos
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