Los días siguieron pasando, entre el trabajo, las empresas, las juntas con las chicas, las visitas y salidas con Máximo a cenar, a almorzar o simplemente a caminar. Todos los sábados, a las nueve de la mañana, debía estar sentada en la consulta con el psicólogo, por recomendación expresa de él. Por un momento, quise abandonar la terapia, pero me dio miedo volver a retroceder, así que, continué yendo. Máximo me llevaba cada sábado, luego almorzábamos en el centro y en la tarde nos bañábamos en la piscina de mi casa.Para mi cumpleaños, el dieciocho de julio, Máximo me invitó a desayunar al centro de la ciudad. Era domingo y había un clima exquisito. Después del desayuno paseamos por el centro tomados de la mano. Parecíamos una pareja feliz, conversando y riendo por cualquier cosa. Cuando llegamos a mi casa, había muchos autos afuera. Me asusté por un segundo, pero luego recordé que era mi cumpleaños y de seguro Milly y Henry habían preparado alguna sorpresa en complicidad con Máximo.—
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