Máximo me fue contando sobre su día mientras íbamos en el auto, era como si su confesión no hubiese cambiado en nada su actitud hacia mí. Me gustaba que fuera así, tan sincero y espontáneo.Una vez que llegamos a mi casa, le pregunté si se quedaría a cenar.—No creo que sea correcto, me declaré hace un rato y no quiero que pienses mal de mí.—Jamás pensaría mal de ti.—Sí lo hiciste, cuando mi mamá te contaba sobre mis desenfrenos— me reí, porque era verdad.—Bueno, sí, pensé que eras un idiota, pendejo e irresponsable, pero has madurado y has cambiado, eso es algo bueno.—Lo sé… Tú me hiciste cambiar— lo miré y vi en sus ojos mucha ternura.—Entonces… ¿Te quedarás a cenar? ¿O no quieres? — le dije cambiando de tema.—Solo si tú quieres.—Me pediste que no te alejara— le contesté siendo obvia.—Y yo no me quiero alejar… Nunca— le sonreí, porque a pesar de todo, tampoco quería que se alejara de mí —Está bien, entremos— me contestó. Nos bajamos del auto y entramos a casa juntos.Durante
Desperté de repente. Estaba soñando con Arthur. Hace tiempo no lo hacía. Estaba de blanco como siempre, en un prado extenso. Me miraba a lo lejos, pero no me llamaba. Simplemente caminaba en dirección a donde yo estaba, sentada en un columpio que colgaba bajo un árbol grande y cargado de verde. De un verde claro intenso. La brisa levantaba mis cabellos y los de Arthur. Su barba se veía hermosa, él se veía hermoso. Cuando estaba mucho más cerca de mí me gritó “te amo, Ivanna” y me sonrió, con esa sonrisa que solo me pertenecía a mí. “Te amo, Arthur” le grité. Me sentía feliz. “Debes volver, amor” me gritó mientras caminaba hacia mí con su sonrisa. “¿Por qué?” le grité, no entendía a qué se refería. “Debes volver” seguía gritándome. Cuando me quise bajar del columpio para correr y alcanzarlo, desperté de golpe.Ese sueño fue distinto. Muy diferente a los otros que había tenido con Arthur hace un tiempo atrás. Ahora me hablaba directamente. No fue una conversación como tal, pero lo sentí
Durante la mañana, estuve ocupada con muchas reuniones. Debía ponerme al día con todas las empresas. Había estado ausente por mucho tiempo. A las dos de la tarde, ya tenía todo ordenado, sabía cómo estaba cada empresa y todo lo que debía hacer desde ahora en adelante. Solo recibí un mensaje de Máximo en la mañana, pidiéndome que le avisara, apenas llegase a la oficina, si es que había llegado bien. Solo le respondí el mensaje con un “eres un amigo muy controlador. Llegué bien”, pero no me contestó. Quizá estaba muy ocupado.A las cinco con treinta minutos de la tarde, estaba lista para partir a mi junta “solo de chicas”. Pero sabía, en el fondo, que Máximo encontraría la excusa para llegar al lugar. Me subí al auto, salí del estacionamiento y emprendí marcha hasta el bar, donde siempre nos juntábamos con las chicas durante esos años. Comenzaba con un after hour a las seis de la tarde y a las diez de la noche se transformaba en una discoteque. Era un lugar muy concurrido y popular. Era
Los días siguieron pasando, entre el trabajo, las empresas, las juntas con las chicas, las visitas y salidas con Máximo a cenar, a almorzar o simplemente a caminar. Todos los sábados, a las nueve de la mañana, debía estar sentada en la consulta con el psicólogo, por recomendación expresa de él. Por un momento, quise abandonar la terapia, pero me dio miedo volver a retroceder, así que, continué yendo. Máximo me llevaba cada sábado, luego almorzábamos en el centro y en la tarde nos bañábamos en la piscina de mi casa.Para mi cumpleaños, el dieciocho de julio, Máximo me invitó a desayunar al centro de la ciudad. Era domingo y había un clima exquisito. Después del desayuno paseamos por el centro tomados de la mano. Parecíamos una pareja feliz, conversando y riendo por cualquier cosa. Cuando llegamos a mi casa, había muchos autos afuera. Me asusté por un segundo, pero luego recordé que era mi cumpleaños y de seguro Milly y Henry habían preparado alguna sorpresa en complicidad con Máximo.—
La siguiente semana fue maravillosa. Compré una editorial alemana que estaba casi en la quiebra y por un muy buen precio. Los abogados no aguantaron más sus vacaciones y regresaron una semana antes. Me enojé mucho con ellos, porque les había pagado un viaje en crucero por tres semanas para que se desconectaran de todo, pero no dio resultado. Estos hombres nunca paraban. Según me contaron, a las dos semanas, se miraron entre los tres y se preguntaron “¿qué hacemos acá?”. Se despidieron de sus familias, quienes se quedaron otra semana más en el crucero y ellos se bajaron en una parada que el barco había hecho en Europa. Tomaron el primer vuelo de vuelta y el lunes, un día después de mi cumpleaños, aparecieron en la oficina. Creo que les grité un poco. Lucía no se aguantó la risa y yo me enojé con ella también. Los abogados me pidieron disculpas, pero, realmente, no querían seguir de vacaciones. Me dijeron que no los obligara, porque el trabajo era su vida. Terminé aceptando y diciéndole
El viernes, fue un día agotador. Los abogados se contactaron con Camille para la prueba de ADN. Como yo quería desenmascararla lo más pronto posible, nos conseguimos un laboratorio para que hiciera las pruebas lo más rápido que pudiesen, no sin antes, prometer una donación cuantiosa para la institución. Firmé la autorización para abrir la tumba de Arthur y el lunes siguiente, comenzarían con el examen. Los abogados me preguntaron si quería ir a la apertura de la tumba. Pero me negué. No estaba preparada para eso. ¡Eso sí que no! Los abogados irían, pero me dejaron en claro, que no verían el cadáver, porque preferían recordarlo como lo habían visto en vida. No los cuestioné. Estaba segura de que ver a Arthur en el estado de descomposición que estuviese en ese momento, me haría retroceder. No estaba dispuesta a volver a ser la Ivanna de hace siete meses atrás. ¡Ya no más!Y como el dinero no trae la felicidad, pero sí buenos contactos y acelera procesos, a la semana siguiente de la aper
Varias semanas después, el día del viaje, me tomé el día libre en la oficina. Era viernes y viajábamos en la noche. Debía dormir un rato durante el día. El día anterior, había dejado todo listo y a los abogados a cargo por cinco días. Estaban contentos de que yo viajara y me dijeron que no me querían ver antes de los cinco días. Me reí por lo atrevidos que se habían escuchado, pero no les dije nada. A pesar de que yo era la jefa, ellos eran personas mayores, con mucha más experiencia en la vida y siempre les hacía caso en todo. Como a Milly y a Henry.Máximo llegó temprano ese día a mi casa, por la mañana. Yo aún no me levantaba cuando llegó. Subió a mi habitación escoltado por Milly, quién no nos dejó cerrar la puerta de la habitación, como si fuéramos unos adolescentes. Nunca me decía nada, pero cuando dejaba a Máximo en mi habitación, no cerraba la puerta. Toda una madre leona.Cuando Milly se fue, Máximo me vio acostada y corrió para tirarse a mi lado, pasando sobre mi cuerpo. Me
Llegamos a Chile, pasado las doce del día, de ese país. Luego cambiamos al embarque nacional y esperamos una hora más para subirnos al avión que nos llevaría al sur del país. A pesar de que era largo el viaje, lo estábamos pasando muy bien entre nosotros. Nos reíamos mucho y nos hacíamos bromas. Los chicos eran muy distintos fuera de su zona de confort y las chicas se reían como nunca. Hace tiempo no las escuchaba y veía tan felices. Mi corazón estaba demasiado feliz. Éramos tan escandalosos que las personas nos miraban raro. Además, de que éramos unos extranjeros muy altos y nuestros rasgos destacaban demasiado, bueno y por qué no mencionarlo, éramos muy guapos todos. Las mujeres que estaban a nuestro alrededor miraban a los chicos. Algunas se secreteaban y luego se reían con nerviosismo. En nuestro caso, los hombres, si nos hubiesen podido comer con la mirada, ya no existiríamos en esta tierra. Pero creía que ninguno había prestado atención más que yo. Claro, porque yo era muy obser