Varias semanas después, el día del viaje, me tomé el día libre en la oficina. Era viernes y viajábamos en la noche. Debía dormir un rato durante el día. El día anterior, había dejado todo listo y a los abogados a cargo por cinco días. Estaban contentos de que yo viajara y me dijeron que no me querían ver antes de los cinco días. Me reí por lo atrevidos que se habían escuchado, pero no les dije nada. A pesar de que yo era la jefa, ellos eran personas mayores, con mucha más experiencia en la vida y siempre les hacía caso en todo. Como a Milly y a Henry.Máximo llegó temprano ese día a mi casa, por la mañana. Yo aún no me levantaba cuando llegó. Subió a mi habitación escoltado por Milly, quién no nos dejó cerrar la puerta de la habitación, como si fuéramos unos adolescentes. Nunca me decía nada, pero cuando dejaba a Máximo en mi habitación, no cerraba la puerta. Toda una madre leona.Cuando Milly se fue, Máximo me vio acostada y corrió para tirarse a mi lado, pasando sobre mi cuerpo. Me
Llegamos a Chile, pasado las doce del día, de ese país. Luego cambiamos al embarque nacional y esperamos una hora más para subirnos al avión que nos llevaría al sur del país. A pesar de que era largo el viaje, lo estábamos pasando muy bien entre nosotros. Nos reíamos mucho y nos hacíamos bromas. Los chicos eran muy distintos fuera de su zona de confort y las chicas se reían como nunca. Hace tiempo no las escuchaba y veía tan felices. Mi corazón estaba demasiado feliz. Éramos tan escandalosos que las personas nos miraban raro. Además, de que éramos unos extranjeros muy altos y nuestros rasgos destacaban demasiado, bueno y por qué no mencionarlo, éramos muy guapos todos. Las mujeres que estaban a nuestro alrededor miraban a los chicos. Algunas se secreteaban y luego se reían con nerviosismo. En nuestro caso, los hombres, si nos hubiesen podido comer con la mirada, ya no existiríamos en esta tierra. Pero creía que ninguno había prestado atención más que yo. Claro, porque yo era muy obser
Estaba en el prado de siempre, rodeada de montañas y con un sol exquisito, de pie, mirando. La brisa movía mis cabellos y el vestido blanco que llevaba puesto. A lo lejos vi el columpio bajo el árbol que tenía hojas de un color verde claro hermoso. Caminé hacia el columpio y me senté a esperar. Sabía qué estaba esperando. Cerré mis ojos, porque sentí su aroma y lo aspiré tan profundo como pude. ¡Ivanna! Abrí los ojos y Arthur venía caminando hacia mí. ¡Arthur! le grité y me bajé del columpio. Esperé a que llegara a mí. Me regaló su sonrisa, que era mí sonrisa, porque siempre me había pertenecido. Se veía hermoso, radiante y feliz. Arthur llegó a donde yo estaba. El ambiente brillaba, era raro, pero me gustaba. Había mucha luz.—Ivanna— Arthur estaba frente a mí, por primera vez en mucho tiempo.—Arthur— le dije regalándole mi mejor sonrisa.—Ya es tiempo, mi amor.— ¿Para qué? — le pregunté entre curiosa y divertida.—Para que seas feliz… Debes volver a ser feliz, cariño— él caminó ha
El tour iba a durar todo el día y haría algunas paradas en ciertos lugares para comprar comida o recuerdos de la Patagonia. En un punto, nos bajamos donde había un negocio local justo en la frontera con Argentina. Estábamos maravillados de cómo era la Patagonia. El último rincón del mundo. Nos sacamos demasiadas fotografías, en todas las poses y con todas las caras que uno podía hacer. Y claramente, no faltaron las fotografías en pareja. Dándonos besos, solo abrazados, sonriendo felices. Con las chicas hicimos sesiones fotográficas muy lindas. Todos íbamos con cámaras profesionales y estábamos compitiendo por quién sacaba la mejor fotografía profesional. Cuando volviéramos de los cinco días, revisaríamos las que cada uno creyera que eran sus mejores tomas y se votaría por la mejor y peor fotografía. Quien perdiera debía invitar el próximo viaje todo pagado. No me molestaba perder, les podría pagar un año entero de viajes. El dinero no era problema para mí, pero Máximo quería ganar, po
Al otro día, desperté primero que él y que la alarma del teléfono. Lo vi profundamente dormido. Tan tranquilo y pacífico. No podía evitar pensar en la noche anterior.Estaba encima de él, dándolo todo con mis movimientos y él mirándome fascinado como si yo fuera un objeto precioso. Alcanzamos el clímax, juntos. En un movimiento rápido, me dejó de rodillas en la cama y se colocó detrás de mí. Me levantó un poco y quedé a horcajadas sobre él, pero dándole la espalda. Se introdujo en mí y comenzamos nuevamente a movernos. Cuando nuevamente alcanzamos el clímax, Máximo me colocó de rodillas en la cama y mis brazos adelante para yo poder afirmarme. Me jaló suavemente del cabello y sentí que iba a desmayarme de tantos orgasmos. Cuando nuevamente llegamos juntos, caímos rendidos en la cama. Ni siquiera nos duchamos. Estábamos agotados, simplemente nos acurrucamos, Máximo detrás de mí y lentamente nos fuimos quedando dormidos.De repente, la alarma de mi teléfono comenzó a sonar. Nuevamente e
Después de tres horas y cincuenta y siete minutos, de varias caídas en el cerro, por parte de algunos de nosotros, de llenar nuestras botellas en cada riachuelo y terminar mojándonos mientras nos tirábamos agua, de reírnos a más no poder por las bromas que íbamos dejando en el camino y de pasarlo muy bien entre amigos, llegamos a la base de las Torres del Paine. Era un lugar mágico, definitivamente.Mientras los chicos dejaban los bastones en alguna roca enorme que habían encontrado, me alejé para caminar hasta la orilla del lago.—Arthur… Espero que estés conmigo en este momento y puedas ver la maravilla que mis ojos están viendo en este preciso instante— respiré hondo y cerré los ojos.Una brisa bajó desde la cumbre del cerro que estaba a un costado y fue como si Arthur me respondiera. Crucé mis manos detrás de mi cabeza y disfruté de la brisa. Para mí, era mi Arthur acompañándome en cada paso que daba. Me sentí emocionada y profundamente conmovida por el momento y una lágrima rodó
Cuando regresamos de esas pequeñas vacaciones grupales, sentí que podía, al fin, continuar con mi vida. Tranquilamente y sin culpas. Máximo estuvo todo el vuelo de regreso, en cada avión al cual nos subimos, corriéndome mano por debajo de nuestras chaquetas. Fue realmente un juego de niños chicos, pero debía reconocer, que me había divertido muchísimo. Nadie se había dado cuenta de nada, afortunadamente. Las azafatas fueron el real problema. Habían quedado flechadas con Máximo y cada cierto tiempo, iban hasta nuestros asientos a preguntarnos si se nos ofrecía algo extra para consumir. Definitivamente, apenas llegáramos a Estados Unidos, yo iba a comprar un avión privado. Yo sí era celosa, no con esa clase de celos enfermizos, pero sí me disgustaba que otras personas vieran a mis novios como si fueran un plato de papas fritas.Cuando ya íbamos arriba del último avión que debíamos tomar para llegar a casa, una de las azafatas nos preguntó si queríamos consumir algún producto de la carta
El sábado en la mañana, desperté nuevamente adolorida. Pensé que ya había sido suficiente por dos noches, necesitaba descansar y reponer mi cuerpo, y también dejar que mis marcas en el cuerpo sanaran tranquilamente. Máximo estuvo de acuerdo conmigo, en dejar que mis marcas sanaran y se borraran, pero en dejar de hacer el amor, “eso sí que no”, fue lo que me respondió.—Si quieres te lo hago lento y con calma, pero dejar de hacerlo, eso jamás. Me niego rotundamente.—Es mi cuerpo y no me puedes obligar— le dije mientras enarcaba una ceja, con postura desafiante.—Ivanna ¿Por qué me haces esto? — me dijo con cara de perrito triste, cosa que provocó una risa en mí.—Está bien, yo tampoco quiero dejar de hacerlo, pero júrame que no habrá más sexo salvaje hasta que yo lo decida— le respondí de brazos cruzados.—Lo juro, será cuando tú quieras. Sabes que siempre estaré listo— me dijo con voz sensual mientras se acercaba a mí en la cama.—Ah, ah— le dije negando con el dedo y tocando su fren