Los días siguieron pasando, entre el trabajo, las empresas, las juntas con las chicas, las visitas y salidas con Máximo a cenar, a almorzar o simplemente a caminar. Todos los sábados, a las nueve de la mañana, debía estar sentada en la consulta con el psicólogo, por recomendación expresa de él. Por un momento, quise abandonar la terapia, pero me dio miedo volver a retroceder, así que, continué yendo. Máximo me llevaba cada sábado, luego almorzábamos en el centro y en la tarde nos bañábamos en la piscina de mi casa.Para mi cumpleaños, el dieciocho de julio, Máximo me invitó a desayunar al centro de la ciudad. Era domingo y había un clima exquisito. Después del desayuno paseamos por el centro tomados de la mano. Parecíamos una pareja feliz, conversando y riendo por cualquier cosa. Cuando llegamos a mi casa, había muchos autos afuera. Me asusté por un segundo, pero luego recordé que era mi cumpleaños y de seguro Milly y Henry habían preparado alguna sorpresa en complicidad con Máximo.—
La siguiente semana fue maravillosa. Compré una editorial alemana que estaba casi en la quiebra y por un muy buen precio. Los abogados no aguantaron más sus vacaciones y regresaron una semana antes. Me enojé mucho con ellos, porque les había pagado un viaje en crucero por tres semanas para que se desconectaran de todo, pero no dio resultado. Estos hombres nunca paraban. Según me contaron, a las dos semanas, se miraron entre los tres y se preguntaron “¿qué hacemos acá?”. Se despidieron de sus familias, quienes se quedaron otra semana más en el crucero y ellos se bajaron en una parada que el barco había hecho en Europa. Tomaron el primer vuelo de vuelta y el lunes, un día después de mi cumpleaños, aparecieron en la oficina. Creo que les grité un poco. Lucía no se aguantó la risa y yo me enojé con ella también. Los abogados me pidieron disculpas, pero, realmente, no querían seguir de vacaciones. Me dijeron que no los obligara, porque el trabajo era su vida. Terminé aceptando y diciéndole
El viernes, fue un día agotador. Los abogados se contactaron con Camille para la prueba de ADN. Como yo quería desenmascararla lo más pronto posible, nos conseguimos un laboratorio para que hiciera las pruebas lo más rápido que pudiesen, no sin antes, prometer una donación cuantiosa para la institución. Firmé la autorización para abrir la tumba de Arthur y el lunes siguiente, comenzarían con el examen. Los abogados me preguntaron si quería ir a la apertura de la tumba. Pero me negué. No estaba preparada para eso. ¡Eso sí que no! Los abogados irían, pero me dejaron en claro, que no verían el cadáver, porque preferían recordarlo como lo habían visto en vida. No los cuestioné. Estaba segura de que ver a Arthur en el estado de descomposición que estuviese en ese momento, me haría retroceder. No estaba dispuesta a volver a ser la Ivanna de hace siete meses atrás. ¡Ya no más!Y como el dinero no trae la felicidad, pero sí buenos contactos y acelera procesos, a la semana siguiente de la aper
Varias semanas después, el día del viaje, me tomé el día libre en la oficina. Era viernes y viajábamos en la noche. Debía dormir un rato durante el día. El día anterior, había dejado todo listo y a los abogados a cargo por cinco días. Estaban contentos de que yo viajara y me dijeron que no me querían ver antes de los cinco días. Me reí por lo atrevidos que se habían escuchado, pero no les dije nada. A pesar de que yo era la jefa, ellos eran personas mayores, con mucha más experiencia en la vida y siempre les hacía caso en todo. Como a Milly y a Henry.Máximo llegó temprano ese día a mi casa, por la mañana. Yo aún no me levantaba cuando llegó. Subió a mi habitación escoltado por Milly, quién no nos dejó cerrar la puerta de la habitación, como si fuéramos unos adolescentes. Nunca me decía nada, pero cuando dejaba a Máximo en mi habitación, no cerraba la puerta. Toda una madre leona.Cuando Milly se fue, Máximo me vio acostada y corrió para tirarse a mi lado, pasando sobre mi cuerpo. Me
Llegamos a Chile, pasado las doce del día, de ese país. Luego cambiamos al embarque nacional y esperamos una hora más para subirnos al avión que nos llevaría al sur del país. A pesar de que era largo el viaje, lo estábamos pasando muy bien entre nosotros. Nos reíamos mucho y nos hacíamos bromas. Los chicos eran muy distintos fuera de su zona de confort y las chicas se reían como nunca. Hace tiempo no las escuchaba y veía tan felices. Mi corazón estaba demasiado feliz. Éramos tan escandalosos que las personas nos miraban raro. Además, de que éramos unos extranjeros muy altos y nuestros rasgos destacaban demasiado, bueno y por qué no mencionarlo, éramos muy guapos todos. Las mujeres que estaban a nuestro alrededor miraban a los chicos. Algunas se secreteaban y luego se reían con nerviosismo. En nuestro caso, los hombres, si nos hubiesen podido comer con la mirada, ya no existiríamos en esta tierra. Pero creía que ninguno había prestado atención más que yo. Claro, porque yo era muy obser
Estaba en el prado de siempre, rodeada de montañas y con un sol exquisito, de pie, mirando. La brisa movía mis cabellos y el vestido blanco que llevaba puesto. A lo lejos vi el columpio bajo el árbol que tenía hojas de un color verde claro hermoso. Caminé hacia el columpio y me senté a esperar. Sabía qué estaba esperando. Cerré mis ojos, porque sentí su aroma y lo aspiré tan profundo como pude. ¡Ivanna! Abrí los ojos y Arthur venía caminando hacia mí. ¡Arthur! le grité y me bajé del columpio. Esperé a que llegara a mí. Me regaló su sonrisa, que era mí sonrisa, porque siempre me había pertenecido. Se veía hermoso, radiante y feliz. Arthur llegó a donde yo estaba. El ambiente brillaba, era raro, pero me gustaba. Había mucha luz.—Ivanna— Arthur estaba frente a mí, por primera vez en mucho tiempo.—Arthur— le dije regalándole mi mejor sonrisa.—Ya es tiempo, mi amor.— ¿Para qué? — le pregunté entre curiosa y divertida.—Para que seas feliz… Debes volver a ser feliz, cariño— él caminó ha
El tour iba a durar todo el día y haría algunas paradas en ciertos lugares para comprar comida o recuerdos de la Patagonia. En un punto, nos bajamos donde había un negocio local justo en la frontera con Argentina. Estábamos maravillados de cómo era la Patagonia. El último rincón del mundo. Nos sacamos demasiadas fotografías, en todas las poses y con todas las caras que uno podía hacer. Y claramente, no faltaron las fotografías en pareja. Dándonos besos, solo abrazados, sonriendo felices. Con las chicas hicimos sesiones fotográficas muy lindas. Todos íbamos con cámaras profesionales y estábamos compitiendo por quién sacaba la mejor fotografía profesional. Cuando volviéramos de los cinco días, revisaríamos las que cada uno creyera que eran sus mejores tomas y se votaría por la mejor y peor fotografía. Quien perdiera debía invitar el próximo viaje todo pagado. No me molestaba perder, les podría pagar un año entero de viajes. El dinero no era problema para mí, pero Máximo quería ganar, po
Al otro día, desperté primero que él y que la alarma del teléfono. Lo vi profundamente dormido. Tan tranquilo y pacífico. No podía evitar pensar en la noche anterior.Estaba encima de él, dándolo todo con mis movimientos y él mirándome fascinado como si yo fuera un objeto precioso. Alcanzamos el clímax, juntos. En un movimiento rápido, me dejó de rodillas en la cama y se colocó detrás de mí. Me levantó un poco y quedé a horcajadas sobre él, pero dándole la espalda. Se introdujo en mí y comenzamos nuevamente a movernos. Cuando nuevamente alcanzamos el clímax, Máximo me colocó de rodillas en la cama y mis brazos adelante para yo poder afirmarme. Me jaló suavemente del cabello y sentí que iba a desmayarme de tantos orgasmos. Cuando nuevamente llegamos juntos, caímos rendidos en la cama. Ni siquiera nos duchamos. Estábamos agotados, simplemente nos acurrucamos, Máximo detrás de mí y lentamente nos fuimos quedando dormidos.De repente, la alarma de mi teléfono comenzó a sonar. Nuevamente e