En ese momento, la puerta se abrió de golpe, y Raffil apareció, su rostro pálido y lleno de preocupación. Había corrido desde su oficina, y el sudor perlaba su frente. Al ver a Victoria, su corazón se detuvo.—¡Victoria! —gritó, corriendo hacia ella—. ¿Qué está pasando?Victoria lo miró, y en sus ojos vio el amor y la preocupación que siempre había estado allí. Era su ancla, su refugio en medio de la tormenta.—Estoy… estoy a punto de parir —dijo, su voz temblando—. No sé si puedo hacerlo.Raffil se arrodilló junto a ella, tomando su mano con fuerza.—Tú puedes, amor. Eres más fuerte de lo que crees. Yo estoy aquí contigo, siempre —dijo, su voz suave y reconfortante.Con Raffil a su lado, Victoria sintió que la energía volvía a su cuerpo. Las contracciones continuaron, pero ahora había una nueva fuerza en ella, una mezcla de amor y determinación.—¡Empuja, Victoria! —gritó Anasthia, su voz resonando con urgencia—. ¡Ahora!Victo
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