Al entrar al hospital y preguntar por Mario, Rebeca se enteró de que, pese a que él ya estaba estable y en una habitación, seguía inconsciente y el médico solo aseguró que podía despertar en cualquier momento, o en un máximo de dos días. Aparte de algunas contusiones, tenía una fractura en el brazo izquierdo, pero nada más.—Tuvo mucha suerte —dijo el médico—, porque por el estado en el que quedó el vehículo, cualquier hubiera dado por hecho que el conductor sufriría heridas más graves, o incluso que habría muerto.Después de registrarse como su novia y asegurar que no conocía a ningún pariente de Mario, Rebeca pudo visitarlo. Acostado y conectado a los instrumentos que tomaban sus signos vitales, junto con su brazo izquierdo ya enyesado, Mario se veía indefenso. A su costado, sobre la mesa de noche, estaban su celular y su billetera. Pese al accidente, al teléfono solo se le había roto la pantalla, pero seguía funcionando e incluso tenía batería. Rebeca lo tomó y se sorprendió al ver
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