Fue una súplica y el corazón parecía a punto de salirse de pecho, era una maldita escoria, desde pequeño me lo restregaron en la cara, nunca había tenido miedo de nada, y ahora estaba a punto de cagarme en los pantalones, ¿por esperar la respuesta de una mujer?Ella no habló, afirmó. Sus ojos brillaron, me lancé a besarla, la alcé, sus piernas se enrollaron alrededor de mi cintura. Cerré con el pie la puerta de la calle y la llevé hasta su habitación sin soltar un segundo sus labios. La dejé en la cama, no quería rozar mi verga, solo necesitaba abrazarla.Me quité la camiseta, el pantalón, ella se metió debajo de las cobijas, al imitarla, la cama estaba tibia. La abracé, enroscó sus pies con los míos, como lo había hecho en días pasados desde que se quedó en la casa. Incrusté la cabeza en la espesura de su delicioso cabello.—De todas formas, el apartamento es hermoso.Comentó, le di un beso en el cabello sonriendo, nuestro enemigo en discordia.—Es tuyo, Verónica —susurré, los ojos m
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