Verónica lloraba, Rata la jalaba para meterla en el túnel de hojas, pero esos ojos era una súplica.—Rata…—No hay nada que hacer. —Ella no escuchaba la conversación.—El Negro.Lo llamé era uno de los hombres en el interior de la casa.—¡Patrón está mierda, está que arde!—Lo sé, sal de ahí, están matando a todo el mundo, si de camino ves a Lorena sácala por favor.La voz de El Negro se escuchaba agitada y los tiros seguían sin detenerse. Estábamos en una casaría.—Lo haré.—¡Pero sal tú gonorrea! —Le ordené—. Rata, el trayecto es de medio kilómetro y mientras estemos aquí no creo que nos vean. El peligro lo tendremos al salir. Debemos hacerlo, debemos perdernos.Verónica había salido descalza, sus pies le sangraban igual que el brazo izquierdo, fue ahí cuando me percaté de las enredaderas que eran con espinas. También tenían ramas partidas y se podían convertir en armas para ella, al llegar al final Rata se detuvo.—Patrón, debemos correr. —Me quité la máscara un momento.—Hermosa.
El tiempo se había detenido ante la espera de que los paramédicos hicieran su trabajo.—¡Volvió el pulso!Gritó un paramédico, pegué mis labios en su frente, me quedé así hasta que aterrizamos en la azotea de la clínica. Nos esperaban, me quitaron de su lado, Rata intentó retenerme, me zafé y seguí como sonámbulo la camilla donde la transportaban. La metieron en el quirófano, ahí no pude entrar.—Don Roland. —Era la segunda vez que el doctor Mendoza atendía a Verónica—. No puede entrar, señor.—Escúcheme doctor, si ella muere, usted, su familia y la de todos los que la atienden, morirán, me importa un culo que no esté en sus manos, de igual forma los mataré a todos.—Patrón… —Rata puso su mano en el hombro.—Hay cosas que solo Dios puede solucionar, señor. —refutó el médico.—¡A la mierda con ese señor Dios!Una imagen de la mujer llamada mi madre inundó el pensamiento, mientras el doctor entraba al quirófano y cerraban las puertas en las narices. Ella en mis recuerdos decía; «el seño
Me senté en el sillón de la sala de espera, al frente mío una vez más vi el anciano que se sentó ayer al lado de Raúl. No dejaba de moverme. Por mi culpa tendrá una horrible cicatriz en su bello cuerpo.—¿Por qué le pasan cosas a ella?Hablé en voz alta, me movía a delante y atrás en el mueble. Como si me meciera.—Confía en Dios.Habló el anciano, lo miré con ganas de matarlo. Qué sentido tenía escuchar a todo el mundo, mencionar al ser más malvado del universo. No se habían dado cuenta de que era lo más mezquino que la iglesia se ha podido inventar.» Todo tiene un propósito.—Pues que se olvide de tomar a mi novia como conejillo de indias. A ella su Dios me la deje a un lado, si necesita algo que me lo pida, pero a ella ¡qué no la toque!El anciano sonrió, era la misma sonrisa de Verónica, esa expresión evitó el partirle la cara.—Me sorprende la inteligencia de mi Señor.—Mire… como se llame, usted parece haberse entregado a la destrucción mental del mundo, y ese es el fanatismo d
Todo era surrealista, parecía estar en un lugar desconocido. —Ven conmigo hijo.La voz del anciano tenía más firmeza que la mía, eso fue lo único que solo habló, tal vez fue el estado de somnolencia, dejé de resistirme, Rata me soltó sin bajar la guardia. Me acerqué a don Fausto.—Por favor no la desconecte.Supliqué. Las enfermeras atendían a Cebolla y a Santiago.—No sé mi hija que vio en ti.Quise contestarle que yo tampoco lo sabía, pero algo estaba logrando desde mi pecho.» No dejaré a mi niña consumirse en ese estado.—Pagaré todo, si es por dinero…—No conoces nada que no sea dinero, ¿cierto? ¿Quieres calmar tus remordimientos con mi hija? —don Fausto me miraba con enojo. Tal vez parezca un loco.—Es hora de caminar Roland. —intervino el viejo de nuevo. —¡Yo tampoco sé por qué Verónica me ama!, pero algo está haciendo conmigo, por favor no la desconecte.—Mi tiempo se agota. —¡ese señor es irritante!—¡Ya voy! —Le grité al viejo—. Por favor… —Le supliqué a mi suegro.—Mañan
No podía creer lo que me había pasado, ¿Se me apareció un ángel? Era un puto demonio, ¿cómo se me aparece un ángel?—¡Si Simón!, pero solo lo veía yo.Lo último lo susurré, miré al altar, se sentía una paz en ese lugar, una paz… desde niño no la sentía, volví a experimentarla al lado de Verónica. ¿Qué ocurría?» ¿Ya se fue don Fausto?—Sí. —Su mirada era desconcertante.—No te preocupes Rata, estaré bien, hace años no entraba a una iglesia.—Jamás lo he visto ingresar a una.—Cuando tenía seis años, recuerdo que mi… iba cada ocho días, al abandonarme jamás volví. —Le di una palmada en la espalda—. ¡Se me apareció un ángel Rata!, toda la semana he hablado con mi ángel de la guarda. —sonreí con nervios—. ¿Crees que estoy loco?—La verdad es que sí, tal vez esquizofrénico, no comes bien, a duras penas has dormido y no te has arreglado.—Necesito ver a Verónica, si mañana muere…Se vino una ola de sentimiento y exploté en ese instante, Rata me abrazó. Era la primera vez que me veía llorar
Necesitaba hablar, al menos intentar sacar este dolor y rencor guardado desde niño.—Solo espero que en esta ocasión me hayas escuchado. No he sido bueno, y todo lo hice por rabia. Mi madre me enseñó a amarte, el problema es que me pusiste un sacrificio muy alto, no lo superé, en mi defensa era un niño para entenderlo. Con el tiempo la ira ganó, fui alejándome, comencé a profanar e incumplir tus mandamientos.» A todos me los llevé por delante y desde la llegada de Verónica lo reconocí a conciencia y no me enorgullece. Ahora siento avergüenza de tanto daño. No sé si mis pecados los puedas perdonar señor Dios. Tampoco comprendo lo que quiere de mí, me sorprende por qué aún usted me mantiene con vida.» Dicen que siempre tienes tus razones. Pero no te metas con ella. ¡Y te lo digo en serio! Si la enviaste para llamar mi atención, lo has logrado. Yo no tengo nada bueno en la vida. —El anciano no habló de dejarla, solo que ofrendara lo más deseado, por eso no he podido hacerle el amor, aú
Al despertar, la habitación era diferente, no había tantos aparatos como en la mañana. Recordé el llanto de Roland, lloraba y pedía que me despertara. Mi padre y hermano leían sentados en el gran sillón al costado derecho del cuarto. Santi con un libro en la mano, papá con el periódico. Roland, por el contrario, con su portátil entretenido, sumergido quién sabe en qué.Los miré por un rato, no recuerdo nada hasta la madrugada de hoy cuando lo escuché llorando, jamás pensé que saldría de la máscara de hierro. Un hombre como él, tan seguro de sí mismo, tan implacable en sus decisiones y verlo mostrar un poco de debilidad fue el mejor recibimiento. No sé qué le hice, sin embargo, él había calado en mi alma de una forma enfermiza, inexplicable. Me moví un poco y ellos reaccionaron al tiempo.—¡Hija! —habló papá y al mismo tiempo…—¡Vero!Santiago tomó mi mano, tenía el rostro desencajado, los ojos hundidos y la nariz vendada. El golpe fue duro.—¡Verónica!Miré a mi novio, volvió a ser el
Mi amigo me miraba con algo de pesar por mi actual situación.—Mi papá lo odia.Me miró con lástima, se encogió de hombros. Abrió la puerta, Cebolla ingresó con una silla de ruedas. Comencé a negar, no me sentaré en una cosa de esas.—Lo siento Vero, no te dejan salir de la clínica si no lo haces sentada en esa silla. —alcé las manos hacia arriba.No solo fue salir de la clínica, también el transporte. Fui llevada en ambulancia hasta el apartamento… mi apartamento. Fue incómodo, el enfermero fue tajante porque yo no podía tener agitación. Debía realizar ciertos ejercicios para los pulmones, y poco a poco volverán a su ritmo habitual. Sentí mucha molestia por no llegar a mi antiguo apartamento. Ahora estaba en el que era mío. El enfermero me llevó a la recepción del lujoso condominio, mi novio esperaba muy serio. No le dije nada cuando la silla pasó de manos. Amaba a este hombre con todas mis fuerzas, pero se le olvidaban los tratos. Al mirarme entendió el malestar, pero era un perfec