Un susurro me despertó, no me moví, quise escuchar lo que les decía a sus hijos. Estaba a un lado de la cama, acostado de lado, con sus labios pegado a mi vientre.—Perdónenme, entiendan un poco, he sido un mal hombre en mi pasado. —acariciaba mi vientre—. Aunque yo no sea un santo e hice cosas malas, no quiere decir que ahora no sean importantes, aun así, les quiero decir que su madre es todo lo opuesto, al menos la escogí bien.» Son unos intrusos en mi vida, y aquí, quiero jurarles que trataré de convertirme en un buen padre día a día, no tengo un buen recuerdo del mío y eso era lo que me aterraba, esa era mi negativa a tener hijos… pero ahora están aquí, son parte de mí. Su tía Diana me dijo algo muy cierto y es que a partir de ahora trataré fervientemente ser un hombre al que ustedes puedan admirar y llamar con orgullo papá.—Es un bello discurso. —Era muy temprano.—Verónica se supone que estaba dormida. —Me reí.—Cielo, no podemos hacer el amor, pero dame un beso de buenos días
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