—¿Dejas en mí la decisión? —Mi mano comenzó a masajearle el pene, lo tenía duro.—Si te decides cumplirías una de mis fantasías y es hacerte el amor en el carro.—Creo…Era mejor continuar el trayecto, nos podrían ver, es de día. Pero el muy atrevido, pellizcó uno de mis pezones y cedí ante el deseo.—Ni creas que te vas a salvar, ya me lo pusiste duro, ahora bájalo, no seas una para huevo Verónica.Dijo mientras su boca besaba mi cuello. Corrió su silla, desabotonó mi pantalón y lo bajó con una maestría, su mano comenzó a darme placer.» Mojadita…Susurró, comenzó con movimientos circulares alrededor de mi clítoris, por momentos lento, por otros rápidos, unas veces introduce sus dedos entre los pliegues, sabe muy bien lo que hace y no se detuvo hasta alcanzar de mi parte ese placentero estremecimiento.Yo no me había quedado sin hacer nada, también lo toqué, mi mano envolvió su pene, me encanta escucharlo gemir, era una situación hermosamente morbosa y al mismo tiempo permisible ante
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