GIANNAEra un día «normal y corriente». De nuevo, me desperté en la misma cama que este hombre, por completo vestida, y apenas me moví él despertó. Sus ejercicios, mi desayuno, el trabajo… todo como debería ser, hasta que, por ahí las diez de la mañana, alguien tocó a la puerta.Al ver a la Princesa Laurice, bueno, al escucharla… no pude seguir con mis labores.—Quiero pedir tu permiso para quedarme en el Palacio por una temporada, y también deseo asumir algunas de las responsabilidades que me corresponder como la Princesa de Hiraeth, las que tú estimes que están al alcance de mis conocimientos. Prometo que estudiaré y me prepararé todo lo que sea necesario.Sus palabras fueron dichas con mucha decisión, y no pude evitar mirarla con los ojos bien abiertos y, al fijarme en Vik, me percaté de que le pasaba lo mismo. Él para nada se esperaba eso.—Tú… ¿hablas en serio? —inquirió con voz profunda con el cejo fruncido.Laurice, alta y con una postura impecable, enderezó la cabeza y contest
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