GIANNAÉl se quedó callado por unos segundos, y luego soltó un tenue resoplido mientras alzaba la cara.—Me gustas, y siento que esa simple emoción ya se convirtió en algo más —contestó claro, calmo y grave.—¿Qué quieres decir con eso? —inquirí para que me diera más detalles y me solté el cabello.—Es que… estos días así, bueno… te extraño, ¿sí? —Me quedó viendo con esos orbes de jade llenos de una pasión y un nerviosismo que conocía bastante bien—. Y me duele cada vez que me miras con frialdad. Saber que estás molesta conmigo es doloroso y no quiero estar así, y sé que es mi culpa, pero quiero que sepas que mi intención no es lastimarte, jamás lo ha sido.La firmeza centelleó en sus ojos y, de repente, fue como que se sintió tímido porque enfrenté su mirada, y carraspeó y se fue a un costado.Maldita sea, ese gesto fue jodidamente lindo.Pero… no, céntrate, Gianna. Tenía que actuar como una mujer adulta, independiente y que se valoraba a sí misma lo suficiente como para no caer ante
GIANNA—¿Qué clase de jueguito de la casita es este?La voz de la «Gran Reina» Melania, resonó con una imponencia que me llevó a pensar que todo el buen rollo que se respiraba se iría a la basura, y apreté los labios con desencanto y sorpresa.Todo comenzó esa mañana.• •Dos días antes, Vik y yo nos enredamos el uno en el otro en la pequeña, para él, cama de mi habitación y, contrario a lo que todo el mundo pudiera pensar, pasamos la noche diciéndonos simples frases. Él citaba a algunos poetas de antaño y lo juntaba con sus propios pensamientos y piropos, e incluso yo me puse filosófica, hasta que los dos nos dormimos en algún momento de la madrugada.Despertar en los brazos del hombre del que estaba enamorada, porque sí, no lo ocultaría más al menos de puertas para adentro, se sentía como un sueño muy lejano, ese que la pequeña yo tuvo alguna vez en el pasado, cuando creía que los príncipes azules existían.Él, de cierta forma, encarnaba ahora ese papel de una manera muy curiosa.—Y
GIANNA Era martes, lo que significaba que el Primer Ministro debía acudir al Palacio para presentar su informe semanal para Su Majestad. Así pues, a las ocho de la mañana en punto, el auto del señor Gregori Wind llegó, y de allí bajó él junto a su secretaria, Zoe, quien me saludó con una sonrisa, y pasamos. Vik y el Premier tenían una relación muy cordial, y me di cuenta de que había mucha confianza en ellos solo con verlos charlar sobre, según medio entendía, los nuevos presupuestos para el año siguiente y el aumento de los salarios y de las pensiones. —El partido de la oposición se opone a la reforma de la ley de los salarios y las pensiones para hacerlos más justos —dijo el rubio Ministro. —Ellos derogaron el decreto anterior solo porque sí… ¿Qué se podía esperar? Si dices que quieres que el pueblo viva mejor a través de nuevos salarios, te dirán que es buena la idea, pero que el planteamiento está mal porque no sigues su línea populista. Yo me encontraba detrás de Vik a la esp
CAMERONMe tomó poco más de cinco minutos charlar con Andrew, pero ya todo estaba zanjado de momento, por lo que fui a mi habitación y, al pasar, no me sorprendió encontrar a Gianna recostada en mi cama mientras revisaba su celular con no muy buena cara.—¿Pasa algo malo? —pregunté caminando hacia mi vestidor para quitarme los zapatos y empezar a desvestirme.—Padres, ya sabes cómo es… —se quejó ella desde afuera.—¿Ya les dijiste que estás aquí? —pregunté, aunque conocía la respuesta de antemano.—¡Ni muerta! Lo último que quiero es que sepan el tipo de trabajo que tengo y, por sobre todas las cosas, cuánto gano.Y sí. Los padres de Gia, a quienes obviamente hice investigar con un amigo de confianza en Estados Unidos, eran, por decirlo menos, unos vividores. Se excusaban con su hija diciendo que tenían lesiones y más lesiones, pero nada de eso constaba en sus historiales. ¿Cuándo se lo diría a ella? Pronto, en realidad, cuando viajásemos a Alemania como parte de la agenda. Necesitaba
GIANNAEra un día «normal y corriente». De nuevo, me desperté en la misma cama que este hombre, por completo vestida, y apenas me moví él despertó. Sus ejercicios, mi desayuno, el trabajo… todo como debería ser, hasta que, por ahí las diez de la mañana, alguien tocó a la puerta.Al ver a la Princesa Laurice, bueno, al escucharla… no pude seguir con mis labores.—Quiero pedir tu permiso para quedarme en el Palacio por una temporada, y también deseo asumir algunas de las responsabilidades que me corresponder como la Princesa de Hiraeth, las que tú estimes que están al alcance de mis conocimientos. Prometo que estudiaré y me prepararé todo lo que sea necesario.Sus palabras fueron dichas con mucha decisión, y no pude evitar mirarla con los ojos bien abiertos y, al fijarme en Vik, me percaté de que le pasaba lo mismo. Él para nada se esperaba eso.—Tú… ¿hablas en serio? —inquirió con voz profunda con el cejo fruncido.Laurice, alta y con una postura impecable, enderezó la cabeza y contest
GIANNAAl día siguiente se vino el evento con la otra fundación donde, de nuevo, casi que me obligaron a vestir como si fuera una invitada más, y desde allí Vik tendría un almuerzo con miembros de diferentes ONG que se centraban en la inclusión de los ni.ños a la sociedad a través de la educación.Me sorprendió ver la preocupación que él le ponía al tema de los ni.ños porque no esperaba que fuese de ese tipo. Vamos, que malo no era, pero resultaba diferente cuando lo escuchabas hablar y te dabas cuenta de que iba en serio, de que no se trataba de simple protocolo institucional.¿A él no le gustaba ser el Rey? ¿No quería eso para su vida? Sin lugar a dudas nadie pensaría eso al verlo brillar delante de todos los demás con inusual destreza al encontrarse entre personas mucho mayores.En la tarde del tercer día de agenda, encendí el televisor de mi habitación mientras preparaba mi ropa para ir a darme un baño, y luego bajar a cenar a uno de los restaurantes de este hotel que, sin lugar a
GIANNA—Es cierto, no quería ser Rey, nunca lo he querido; sin embargo, no odio a las personas de mi país tanto como para dejar a cargo a alguien que sé que puede echar a perder, no solo mi arduo trabajo, sino el de mi padre, de mi abuelo y de todas las personas que lograron la independencia y la paz en Hiraeth. Llámalo lavado cerebral, pero no pero no puedo permitirlo.Solté un respingo y ladeé la cabeza.—La verdad es que no te entiendo para nada.Él dejó salir una risilla traviesa y alzó nuestras manos. Se adelantó un poco y besó por sobre mis nudillos.—Nací con un deber que no sé si detesto, porque nunca se me dio la oportunidad de saborearlo, solo me lo lanzaron encima y salieron a la carrera. —De nuevo se rio y resopló mientras volvía a su pose normal—. Pero también quiero hacer otras cosas en mi vida, y podré hacerlas con un poco de ayuda; sin embargo… primero debo asegurarme de que todo esté bien.—¿Hablas de lo que pasó con Peter? ¿Todavía no se sabe nada de eso?Vik negó co
GIANNA—¿Crees que debamos irnos, Gia? Ya tenemos como media hora aquí —murmuró Vik en medio del poco espacio que nos separaba.¿Tanto tiempo pasamos solo abrazados?—No quiero irme… eres muy cómodo y suavecito —musité en respuesta y lo apreté.Él soltó una risilla y acarició mis cabellos. Entonces, sentí su cabeza sobre la mía en un gesto de relajación profunda, una que seguía latido a latido de su corazón, con cada una de sus respiraciones.—¿Segura de que no te estás durmiendo?—¡Es tu culpa por ser tan pachoncito! —chillé por lo bajo y rezongué.Vik volvió a reírse, cómo me gustaba escuchar esa risa, y metió sus dedos en mi cabello hasta rozar el cuero cabelludo, cosa que regó corrientazos de placentera calma por mi sistema.—Bueno, no te puedes dormir aquí. Podemos ir al hotel, poner el aire acondicionado al máximo, nos metemos debajo del edredón y, como estarás muerta de frío, te sentirás mejor acurrucada contra mi pecho.Aquella propuesta era tentadora, claro que sí, y un liger