Al intercambiar una mirada con Franco, mientras la gente pasaba a su alrededor al salir de la sala de juntas, Valeria recordó el momento en que había visto a Andrea reunida con Magda, hacía unas veinticuatro horas, cuando los dos llegaron temprano y justo después de que hubieran hablado sobre el arreglo al que habían llegado.«Seguro ella también estaba por ahí, escondida quizá en alguno de los cubículos, y nos escuchó», pensó Valeria. «Y con lo que le dije ayer, en el almuerzo, cuando me presionó tanto…No tardó ni una hora en ir a decirle a Magda que el hijo que yo espero no es de Franco. De verdad, Andrea me odia y solo desea hacerme daño».—Hablaremos sobre esto ahora mismo —dijo el señor Carrizosa antes de ser el último en dejar la sala—. Los espero en mi oficina.Franco se acercó a la silla en la que Valeria seguía sentada, todavía tan consternada que era incapaz siquiera de estirar las piernas.—Esto es mi culpa —dijo Valeria cuando logró que sus ojos se encontraran con los de s
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