Oficialmente estamos casados. Y aunque he pasado las últimas doce horas de mi vida repitiéndome mentalmente una y otra vez «Esto es mentira, no te emociones demasiado» Pues ya me da igual. Legalmente estoy vinculada a alguien más y no cualquier persona, nada más y nada menos que Archie Lloyd Wilde. Mi enemigo, ahora reivindicado amigo. Pero ante todo, mi socio. Porque eso es lo que somos, socios. Nos une una acta de matrimonio, un contrato y muchos millones. Sobre todo eso, los millones. Después de la fiesta, donde todos la pasaron muy bien, incluido Archie y yo, nos marchamos antes de que el amanecer golpeara la cabaña. A diferencia de lo que todos pensaron que sucedería -lo que sucede en toda noche de bodas- en realidad caímos rendidos en la cama. Archie con sueño, yo también. Y ni hablar que los dos traíamos unas copas encima. Nos despertamos al día siguiente, cuando el sol irrumpió por la ventana, ya todos se habían ido, incluso mi hermana que debía
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