Segunda parte: "Contra un destino inevitable"Alana continuó con su vida alejada de los lobos, o eso creyó ella. La pesadilla donde habían muerto sus padres, fuera cual fuese la causa, ocupaba cada vez menos espacio en su cabeza. Ahora había otras preocupaciones, como compatibilizar sus estudios con la crianza de su hijo, para lo que Ximena fue un apoyo fundamental.Una noche, mientras repasaba para un examen, el pequeño Martín, de once meses, le dio un susto de muerte que la hizo lanzar sus apuntes por los aires. El niño aulló. Era una simple vocalización, igual que los "agú" habituales, pero que le puso la carne de gallina. Martín aullaba, gateando en la cama. Como madre primeriza, fue con sus inquietudes al médico. "Los bebés imitan los sonidos que escuchan", le dijo él. Alana no tenía televisión, ni perro, ni nada que hiciera un sonido similar. Fue cuando el miedo volvió y supo que jamás se iría. El miedo era cíclico, iba y venía como las olas y rogaba para que su bebé no la desp
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