El parque de las mariposas era un lugar demasiado visitado, un turismo que aumentaba cuando las mariposas cruzaban en su afán por migrar. Como siempre, muchas de las personas de la región aprovechaban las masas para hacer dinero. Alrededor del parque había hoteles, piscinas, restaurantes, gente tomando fotos por aquí y por allá y cobrando por ello un ojo de la cara, y también una nariz y un diente si quedaba bien enfocada; Ni hablar de los restaurantes, caros, con velas y manteles de ceda. Pero había también baratos, si se puede llamar así.El Corrientazo era pequeño, atestado de gente y con un fuerte olor a carne frita y cebolla.Me quedé de pie junto al cartel del menú, que estaba pintado en una cartulina sucia con un marcador rosa intenso que fallaba a ratos, viendo los precios. Saqué mi billetera y conté los billetes. Por obvias razones, el dinero que traía la noche anterior se había arruinado con el agua, así que tuve que pedirle prestado a Jhon Lee.—¿Sabes? — dijo ella mirando
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