Orlando, no podía quitar la cara de tristeza de ella, verla con los ojos rojos e hinchados, algo de su interior se conmovió. Nunca pensó que después de tantos años, se preocupará por una mujer, dejó todo aquello atrás. En su casa en el jardín, con sus amigos desayunaban. Orlando quería contarles, pero no sabía cómo decirles, ellos se alegrarían pero como explicarlo. En su mente estaba ella, no salía de su cabeza. —¿Qué te pasa? — dijo Franco, al verle tan pensativo. —¿Estaría traicionando a Florencia, si otra me cautiva? — todos les miraron, sonrieron después de todo, su amigo miró a otra mujer. —No, ella estaría feliz al saber que puedes rehacer tu vida. — Orlando negó. —No, no, lo que yo quiero con esa mujer es que sea mi sumisa 6 meses. — Enzo arrugó su ceño. —Me gusta, porque es inocente, inexperta y muy sexy. —¿Y por qué no hablas con ella? — preguntó está vez Maurizio. —Se lo propuse, le di el contrato, pero me vio con otra. — sus amigos escuchaban. —Me dijo que las mujer
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