—Señor, ¿ocurre algo? —preguntó el guardaespaldas pelirrojo.—No es nada, Rubén…Soren lucían perdido en sus pensamientos con la mirada fija en el mensaje que tenía grabado aquel objeto. Los cuatro funcionarios del FBI intercambiaron miradas, estaban confundidos porque su jefe provisional estaba actuando un poco extraño.—Señor Oversax, ¿necesita que hagamos algo? —Elian, otro escolta, preguntó.—Por favor, informen a los demás que deben estar atentos a cualquier movimiento cerca de la zona. Cualquiera es un potencial sospechoso que podría atentar contra la vida de mis allegados o la mía.—Lo haremos de inmediato. ¿Usted a dónde irá?—Tengo que ir por Clarisse. Ustedes vuelvan a casa, si los necesito los llamaré —caminó hacia el auto, pero Rubén se interpuso en el camino.—Disculpe, señor, pero creo que deberíamos ir con usted —mencionó con respeto. Soren no habló, sólo lo miró con aquellos ojos feroces que hicieron sentir incomodo al pelirrojo—. Estamos aquí para asegurar su segurida
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