Permitir aquello era una locura, y desearlo aún peor, pero incluso antes de que la boca de él se posara sobre la suya, Laurent sintió que se rendía.Hizo acopio de valor, preguntándose adónde iba a conducirles todo aquello.Su primer y único pensamiento cuando la boca de él se posó sobre la suya fue que parecía el primer beso de toda su vida. Nadie la había besado así. Había experimentado pasión, el rápido y casi doloroso deseo derivado del frenesí ardiente; había experimentado exigencias que había podido satisfacer, y otras que no; había experimentado el deseo hambriento y la furia que un hombre podía sentir por una mujer, pero jamás había experimentado, ni siquiera había podido imaginar, aquel tipo de devoción.Y sin embargo, a pesar de todo, intuía en él necesidades más desenfrenadas firmemente reprimidas, que hacían que aquel abrazo fuera más excitante, más avasallador que ningún otro. Las manos de Kevin estaban enterradas en su pelo,explorando, acariciando, mientrassuslabiosse m
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