Rhaegal jamás había tenido un sueño plácido y tranquilo, habitualmente sus sueños estaban colmados de pesadillas o momentos de terror. Sin embargo, cuando el veneno cegó sus sentidos y lo arrastró hasta el sueño eterno, él finalmente logró encontrar cierta paz.En sus sueños, él se encontraba en un amplio y pintoresco campo de césped verde, mientras una mujer con un vientre prominente se sentaba a su lado, junto a una canasta de campo. Por el aroma que la impregnaba, el supo que aquella hembra estaba embarazada, que en su vientre se encontraba un hijo suyo.Cierta paz y alegría lo abordó, mientras un destello de sol le nublaba el campo de visión, imposibilitando observar el rostro de la mujer. Aun así, en su corazón él sabía quién era ella.—Rhaegal—dijo ella con voz tierna y suave, gentil y armoniosa—, debes despertar.No. No. Aquello no era real, era un sueño, algo imposible.El corazón del hijo de la luna se arrugó en dolor, mientras luchaba con todas sus fuerzas para permanecer en
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