Las sombras y oscuridad devoraron a Lyra, envolviendola en una bruma espesa, perfumada de un aroma cítrico que lograba penetrar en sus sentidos. Sin embargo, muy lejos de lo que uno pudiera llegar a imaginar, aquella sensación no era desesperante ni asfixiante. Por el contrario, las sombras eran dulces, tiernas y gentiles, mientras se envolvían a su alrededor con total delicadeza, como si temieran romperla, igual que un jarrón de cristal.Por unos instantes, no más que el latir de su corazón, Lyra se sintió plenamente segura y en paz, como si hubiera encontrado su lugar en el mundo, allí entre las sombras. Sin embargo, más pronto que tarde, esa oscuridad embriagadora se esfumó, con la misma rapidez y velocidad con que habían llegado.La bella dama de mirada azul y dorado parpadeo tres veces, mientras el sol del día besaba sus ojos, impidiendole observar el mundo a su alrededor.Cuando aquella desesperante sensación de ceguera se esfumó, Lyra logró contemplar, para su horror y asombro
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