Isabella se quedó pálida al escuchar aquello y tragó saliva, no quería que él sellara esa promesa, forzosamente se levantó, pero al minuto estaba en el mismo lugar, desnuda y expuesta.—Maximiliano, lo nuestro quedó en el pasado, ¿no entiendes?, déjame ir —. La mirada azul de Maximiliano se clavó en esa verde, y no pudo evitar sentir una profunda lástima al encontrarse con la mirada suplicante de Isabella que se notaba angustiada y asustada.—No quiero ni debo dejarte ir. Me amas, lo puedo ver, sin embargo, tratas de disfrazar ese amor con aborrecimiento, pero te mientes a ti misma— le reiteró al mismo tiempo que le rodeaba la cintura con una mano, mientras las puntas de los dedos iban rozando la suave piel, y haciéndola estremecer, a medida que ella sentía lo empalmado que está.—El amor no es suficiente. No se puede retener a alguien que ya no quiere. Cuando quise quedarme a tu lado tú no quisiste y te di tu espacio, por favor dame el mío ahora que te lo estoy pidiendo—. Habló lenta
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