Su frente se arruga sobre esos ojos tormentosos, y cuando se encuentran con los míos, no puedo contenerme. Me adelanto, pegando mi cuerpo al suyo, dejando que su familiar olor a cedro, jabón y Gray me envuelvan.Sus brazos fuertes me rodean y casi lloro. Mi cuerpo se derrite, agarro su camisa. Estoy justo donde pertenezco, pero el momento se hacortado. Él endereza su espalda y se aleja, agarrándome la parte superior de los brazos con ambas manos.—No podemos hacer esto.Los fragmentos de vidrio llegan a mi corazón, cortando dolorosamente.—¿Qué pasó?Deja caer su mentón.—Ya no soy la misma persona.—Bueno pues, yo tampoco. —Tengo lágrimas en la voz —. ¿No recibiste ninguno de mis mensajes de texto?Las líneas alrededor de sus ojos se profundizan.—En el accidente… mi teléfono se rompió. No compré uno nuevo hasta hace un mes.La frustración me quema por dentro. No soporto este dolor.—¿Todavía tienes mi número?Duda demasiado antes de admitirlo.—Sí.Ya no puedo quedarme aquí. Agarra
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