ElizabethDespués de la muerte de Ela, el mundo se convirtió en un lugar vacío y desolado. La casa, que una vez había sido un refugio lleno de risas y amor, se sentía ahora como una tumba. Cada rincón, cada habitación, me recordaba a Ela, a su risa, a su voz, y al profundo amor que compartimos. La ausencia de su pequeña presencia era un peso aplastante en mi pecho, uno que no podía sacudirme por más que lo intentara.Los días siguientes al funeral de Ela fueron borrosos, como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar. Me movía por la casa como un fantasma, incapaz de encontrar consuelo en nada. No podía llorar más; había derramado todas las lágrimas que tenía en mí. Ahora solo quedaba un vacío interminable.Nick no había venido al funeral. Le había dejado mensajes, implorándole que viniera, que estuviera conmigo, pero no obtuve respuesta. Sabía que estaba herido, pero una parte de mí no podía evitar sentir una mezcla de ira y dolor por su ausencia. Ela lo hab
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