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Todos los capítulos de No te Pertenezco: Capítulo 1 - Capítulo 10
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El trato
El trato— ¡Diana cariño! Aun no puedo creer que seas tú — Dijo su padre a duras penas, la enfermedad que sufría estaba tan avanzada que al terminar de hablar fue víctima de un fuerte ataque de tos. Como pudo hizo un esfuerzo por recostarse sobre el espaldar de la cama. Estaba muy débil. — Creeme, tampoco puedo creer que estoy aquí — respondió distante, era como si no le afectara verlo en esas condiciones. Las heridas del pasado seguían ardiendo impidiéndole fingir preocupación — Gracias por venir cariño, era muy importante para mí volverte a ver. Siempre he lamentado los errores del pasado — Su respiración era pausada, por el dolor que sentía cada vez que sus pulmones se llenaban de aire. — Eso me cuesta creerlo, a fin de cuentas, sigues con esa mujer, pero no es ni el lugar, ni el momento para hablar de eso. — El hombre de pálido aspecto, agachó la mirada guardando silencio. Sabía perfectamente que no importaba lo que dijera la opinión de su hija no cambiaría. Tras un incómodo
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Imposible olvidar
Imposible olvidar Rápidamente intervinieron para quitárselo de encima, forcejearon algunos minutos hasta que consiguieron apartarla de su lado, Alfonzo estaba totalmente fuera de sí, hecho una furia, apenas si podían sujetarlo. Ella estaba hecha un manojo de nervios, no dejaba de llorar así como tampoco podía controlar el temblor en su cuerpo, era tanta la adrenalina que sentía que no se había dado cuenta de su herida. Cuando por fin se calmaron los ánimos, obligaron a su cuñado a disculparse con ella frente a toda la familia, para después llevárselo de allí. Solo entonces, fue que notaron la sangre escurriendo por el cuello de Diana. — ¡Señorita Harper está herida! — Exclamó la enfermera.La mujer buscó todos los implementos para curarla casi de inmediato, mientras la atendían, pensó que a pesar del amargo momento que acababa de pasar, no podía negar la satisfacción que sintió al ver a ese hombre pasando por la humillación de tener que pedirle perdón. Verlo así, prácticamente de
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La petición
— ¡No puede ser! — se cubrió la boca con las manos y dejó caer el celular de la impresión. Aún inmóvil y sin ninguna expresión en el rostro, Jack permanecía con los ojos abiertos. Rápidamente se acercó a él pero estaba tan sorprendida que su primera reacción fue disculparse insistentemente, por el temor a creer que éste pudiera haber oído sus murmullos. — Perdóname — repitió una y otra vez, sujetando su mano y apoyando la cabeza sobre esta.Sin embargo, al levantar la mirada se fijó que sus ojos nuevamente estaban cerrados, agitada y dudosa al mismo tiempo se quedó inmovil — ¿Será que fue producto de mi imaginación? No, yo vi que estaban abiertos, sin embargo, ha sido un día muy estresante, lo más probable es que mi subconsciente me haya traicionado, ¡Si eso es! estaba alucinando. No le fue difícil caer en negación, habían sido tantas las emociones que experimentó durante el día, que tanto su cuerpo como su mente estaban saturados, era lógico que pensara que esta última le había
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180°
Algunos días más tarde, acudió a la clínica de fertilización en compañía de su suegra, para iniciar todo el proceso de preparación para concebir al pequeño heredero. Años atrás antes de su matrimonio Jack, tomó la decisión de congelar muestras de esperma, por si en un futuro tenía problemas para concebir de la forma tradicional, situación de la que estaba sacando provecho su madre para conseguir el embarazo de Diana… La primera indicación que recibieron por parte del doctor fue un tratamiento hormonal que la ayudara a preparar su cuerpo para la implantación posterior del embrión. Vitaminas, inyecciones hormonales, cambios en su alimentación, en fin, pasos que debía cumplir al pie de la letra si quería alcanzar exitosamente el embarazo. Los días siguientes fueron bastante estresantes para Diana, las hormonas que recibía estaban haciendo estragos en su estilo de vida. Podía pasar de la emoción al llanto en cuestiones de segundos, estaba más sensible respecto a algunos temas y la matab
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Una noche para recordar
Una noche para recordarLa mirada de Diana estaba fija en la rosa blanca que dejó sobre la urna de su padre, lentamente los trabajadores del cementerio la bajaron a lo profundo del hoyo de tres metros, con unos cables que corrían a través de una polea oxidada. Sintió aquella escena como el final de un ciclo, cuyo cierre fue la tierra cayendo sobre la madera de roble, acompañada de las gotas de lluvia. Lo inexpresivo de su rostro cubierto por la gafas de sol, no cambia el hecho de que la muerte de su padre le afectó más de lo que creía, no importa cuando quisiera aparentar que no era así. — Señorita, perdone que la interrumpa, pero debemos irnos — El tono de voz preocupado que oyó la sacó de su trance. — ¿Qué sucede? — Disimuladamente seco las pequeñas lágrimas que corrieron por sus mejillas.— La señora Taylor va camino al hospital. No tengo los detalles pero dicen que se puso muy mal. — Dijo inquieto su guardaespaldas.. Sin dudarlo corrieron al auto y se encaminaron hacia la sala
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Camas Separadas
Camas SeparadasConsternada, se quedó parada tras la puerta al salir de la habitación, jamás habría imaginado que su suegra pudiera tener semejantes sentimientos de odio hacia su hijo, en especial luego de ser testigo de la preocupación que expresó mientras estuvo en cama. — ¡Qué clase de familia a la que vine a parar! es incluso peor que la mía. Nunca esperé que reaccionara así, dejó muy claro que no quiere tener hijos; tengo que pensar lo que voy a hacer, cuál va a ser el siguiente paso. Todo este tiempo me imaginé a un hombre distinto. Que equivocada estaba. La voz del guardaespaldas la sacó de sus pensamientos — Señora, debemos irnos — señaló tajante. Diana aun en trance no lo contradijo, simplemente lo siguió hasta el lugar donde dejaron el auto estacionado. Mientras iban camino a la mansión Taylor, no dejó darle vueltas al asunto en su cabeza. — Esa mujer lo culpo por la muerte de su padre. Ahora que lo pienso, también insinuó que padece un desorden mental, mejor dicho, c
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Amargo Café
Cerca de las ocho de la mañana del día siguiente, Diana tomaba asiento en una de las mesas al aire libre de una cafetería campestre. Resultaba extraño que no hubiera señales de su ex, sin embargo, se mantuvo tranquila, ordenando simplemente una taza de café au lait. — Tan puntual como siempre — dijo arrogante el hombre, mientras rodaba la silla para sentarse frente a ella. — Y como siempre llegas tarde ¿Qué era eso tan importante para lo que me hiciste venir? — Tranquila, no seas tan agresiva Mejor comamos algo y conversemos como en los viejos tiempos ¿Recuerdas lo felices que éramos? — ¿Me citaste aquí para hablar del pasado? ¿Es en serio? No tengo tiempo para estas estupideces — molesta se levantó recogiendo su bolsa. Hizo amago de irse pero él la sujetó por la muñeca. — ¿A dónde crees que vas? no hemos terminado de hablar y créeme que te interesa lo que tengo que decirte. De mala gana Diana se liberó de su agarre lanzándole una mirada cargada de desprecio. Altiva volvió a sen
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Revelaciones
Revelaciones — Siempre supe que eras un miserable, pero jamás creí que serías un asesino — La rabia con la que habló enmudeció la casa. La más consternada de todos era Diana, escuchar que el hombre que durante unos años consideró el amor de su vida, ser llamado asesino por parte de su hermano menor, era imposible de creer aunque lo estuviera presenciando de primera mano. — ¡¿Qué está pasando aquí?! — El sonido de su voz inmediatamente atrapó la atención de Jack, quien con los ojos rojos carmesí volvió a verla. — ¡Vamos! ¡Dile! — destilando rabia instó a su hermano — ¡Cobarde! ¿Por qué no le dices la verdad? —El miedo era visible en el desfigurado rostro de Alfonso, la sangre que cubría su nariz le hacía aún más difícil respirar, por lo que lanzaba grandes bocanadas de aire. Jack no escatimó esfuerzos en presionarlo para que hablara, estaba totalmente fuera de sí, como si de la nada hubiese perdido la capacidad de ser piadoso. Podría decirse que el más sanguinario de los mafi
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Una deuda
En otra habitación, aun bajo los efectos de la adrenalina que corría por sus venas, Jack destruía todo lo que se atravesara en su camino. Arrojó las fotografías familiares a la pared, quebrando los cristales de los portaretratos. Estaba histérico, a pesar de haberle dado “una lección” a su hermano, eso no calmó el fuego en su sangre. — ¡Maldito miserable! — grito desde el fondo de sus pulmones, pateando el hermoso sillon de cuerpo tallado a mano que estaba junto a él y que había sido un regalo de Alfonzo para su padre años atrás. — Siempre supe que eras una sabandija, aprovechándose de todos a tu alrededor para satisfacer tu ambición. Por tu culpa, estuve preso en mi propio cuerpo durante años. No hay nada con lo que puedas saldar esta deuda. Hablaba con el mismo sentimiento de tener a su hermano enfrente, era como si estuviera siendo víctima de un trance, en el cual repetía una y otra vez la discusión con su hermano y en cada oportunidad cosas más hirientes salían de su boca. La c
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Soy tu dueño
Soy tu dueño Lejos de querer corresponderle, se liberó de su boca y lo miró con odio — ¡¿Es de eso de lo que se trata todo esto?! ¿Crees que soy un objeto al que puedes tomar cuando te dé la gana? — Intentó cachetearlo, pero este detuvo su mano con fuerza sometiendola entre sus brazos, pegándose a su cuerpo. La diminuta distancia que había entre ellos, hacía posible que sintieran sus respiraciones, que escucharan el palpitar de sus corazones. Para Diana, era un autentica tortura, puesto que algo indescriptible estaba sucediendo con su cuerpo, se estaba embriagando con el aroma del aliento de Jack, ¿Acaso era un efecto del beso? ¡Quién sabe! no podía estar segura. Lo cierto es que la atraía igual que un imán. Esa aura misteriosa que la invadía, había hecho que sin darse cuenta dejara de forcejear, solo se quedó allí, sintiendo el calor de su cuerpo, extasiada por su vigorosidad. — ¿Qué sucede? ¿Adonde se fue la mujer impetuosa de hace un rato? — preguntó con malicia, acercándose pe
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