Algunos días más tarde, acudió a la clínica de fertilización en compañía de su suegra, para iniciar todo el proceso de preparación para concebir al pequeño heredero. Años atrás antes de su matrimonio Jack, tomó la decisión de congelar muestras de esperma, por si en un futuro tenía problemas para concebir de la forma tradicional, situación de la que estaba sacando provecho su madre para conseguir el embarazo de Diana…
La primera indicación que recibieron por parte del doctor fue un tratamiento hormonal que la ayudara a preparar su cuerpo para la implantación posterior del embrión. Vitaminas, inyecciones hormonales, cambios en su alimentación, en fin, pasos que debía cumplir al pie de la letra si quería alcanzar exitosamente el embarazo.
Los días siguientes fueron bastante estresantes para Diana, las hormonas que recibía estaban haciendo estragos en su estilo de vida. Podía pasar de la emoción al llanto en cuestiones de segundos, estaba más sensible respecto a algunos temas y la mataba el hecho de no poder pasar suficiente tiempo con su hijo.
— Tengo que aguantar. Esto lo estoy haciendo por él, si todo sale como está planeado, las células del cordón umbilical serán nuestra salvación. Aunque, tampoco puedo aferrarme únicamente a esta opción, porque ¿Y si no lo logró? Sea como sea tengo que seguir con la búsqueda de un donante.
El momento de la transferencia embrionaria había llegado, su útero estaba preparado para recibir los embriones y toda su fe estaba puesta en que con tan solo uno de ellos que lograra implantarse correctamente, el éxito estaba asegurado. Su suegra la acompañó durante todo el proceso, no se apartó ni un instante de su lado, después de todo, era la más interesada. Sin embargo, solo el paso del tiempo iba a decirles si funcionó .
Durante ese tiempo, Diana fue lo más cuidadosa posible; evitó hacer grandes esfuerzos, mantuvo a raya sus emociones alejándose a toda costa de cualquier situación que pudiera perturbarla tanto física como emocionalmente. Tan pronto como tuvo un retraso en su periodo la ansiedad se puso de manifiesto, estaba convencida que había conseguido quedar en estado. Cada célula de su cuerpo le gritaba que estaba en lo correcto y así fue, como con una ecografía confirmaron la exitosa implantación del embrión.
— Felicidades señora Taylor, afectivamente está usted embarazada — Fue imposible que pudiera contener sus lágrimas de alegría.
En los días que siguieron, no detuvo la terapia de masajes que le aplicaba a Jack diariamente. Con dedicación masajeaba todo su cuerpo para estimular sus sistema nervioso, estaba convencida que esa era la mejor forma de ayudarlo, ya que, como médico se negaba a creer que un hombre de apariencia tan sana estuviera condenado a pasar el resto de sus días como un vegetal.
Aunque no quería reconocerlo, empezaba a disfrutar del tiempo que pasaba a su lado, era una sensación extraña que no sabía cómo definir y que carecía según ella de todo sentido. No era de extrañarse, pues en su mayoría el tiempo que pasaban juntos solo se trataba de ella aplicando los tratamientos y monitoreando sus signos vitales, pero, sin darse cuenta en su compañía podía desconectarse del mundo por un rato y volver a sentirse médico e incluso mujer. Desde que regresó de Alemania, no volvió a ejercer la medicina como tal pero esas horas al día que dedicaba a restablecer a su esposo la llenaban de vida
Por otra parte, aunque no podía hacerlo evidente, Jack también disfrutaba de su contacto, pese a no poder abrir los ojos, sentía claramente el roce de sus manos sobre su piel, era algo que de momentos lo hacía sentir vivo y lo motivaba a luchar por pararse de esa estúpida cama. Moria de ganas de saber quién era esa persona.Más que costumbre, había algo desconocido que los unía, quizás se trataba de la conexión que compartían al tener un hijo ¿Quién sabe? pero lo cierto es que en ambos estaban surgiendo sentimientos inexplicables…
Diana, encontró la forma de organizarse para recorrer los hospitales buscando posible donadores de médula para el pequeño Mateo, sin embargo, todo ese esfuerzo extra la estaba desgastando, cosa que no noto, sino hasta que un día mientras masajeaba a Jack cayó desmayada.
— ¡Señorita! —Gritó escandalizada la enfermera cuando entró a la habitación y la encontró tendida en el suelo. Rápidamente la mujer acudió a socorrerla hasta hacerla reaccionar. Tomó un algodón y lo roció con un poco de alcohol lo acercó hasta su nariz y el fuerte la hizo despertar.
— ¿Qué fue lo que pasó? — preguntó aturdida, llevando una de sus manos hasta la cabeza. La enfermera cuidadosamente la ayudó a ponerse de pie. Fue entonces cuando notaron algo perturbador.
— Señorita Diana ¡Está sangrando! — el pánico se apoderó de ella cuando al llevarse la mano hasta el interior de sus piernas confirmó que efectivamente estaba perdiendo sangre.
— ¡NO! — Desconsolada, exclamó entre lágrimas, convencida que había perdido el bebé.
Diana estaba devastada, esa pérdida fue un golpe muy duro, incluso, se sentía desesperanzada — ¿Y si no puedo lograrlo? — penso culpandose por el aborto espontaneo. La noticia no tardó en llegar a oídos de su suegra quien inmediatamente llamó al especialista para ponerlo al tanto de lo ocurrido.
— Es una terrible noticia, pero no todo está perdido, podemos volver a repetir el proceso en una semanas — Y eso fue lo que hicieron…
Para asegurar el éxito de este nuevo proceso de implantación Diana, pasó dos días continuos en reposo absoluto, los miembros de la casa tenía terminante prohibido molestarla, las órdenes de la señora Taylor había sido muy específicas, bajo ningún concepto su nuera podía ser perturbada, mas, no contaba con que una llamada telefónica cambiaría sus planes.
— Señorita Harper, su padre ha sufrido una recaída — Escuchó decir del otro lado de la línea.
En contra de los deseos de su suegra, fue a visitar a su padre moribundo, bajo la única condición que debía ir acompañada de un guardaespaldas para garantizar su seguridad. Pese a no estar de acuerdo con la idea, no le quedó otro remedio que aceptar, pues, los minutos de vida de su papá estaban contados…
A pesar que la relación con su padre no era del todo cercana, fue impresionante para ella verlo en semejante estado, parecía un despojo acostado en esa cama, con la respiración entrecortada y rostro demacrado, no cabía duda que el hombre estaba en sus últimas.
—Cariño, perdoname, perdoname por todo lo que te he hecho, siempre has sido mi mayor orgullo, fui un idiota al no haberte valorado — Le dijo con el poco aliento que le quedaba, pero, pese a lo conmovedoras que podian oirse esas palabras, en el fondo estuvieron cargadas de una hipocresia que para Diana fue imposible que pasara desapercibida.
— Ni en tu último adiós pudiste ser sincero ¡Me das lastima! — Señaló cubriendo su rostro con la sabana.
Con el cuerpo de su padre aun sin enfriarse por completo, su madrastra hizo que viniera el abogado familiar, para convocar a la lectura del testamento en el gran salón. Tanto ella como su hija, estaban ansiosas por escuchar la última voluntad de su esposo, por fin después de tantos años, serían las dueñas absolutas de todo su patrimonio. A través de una carta, el abogado hizo lectura de los deseos del difunto.
“A mi única hija Diana Harper, dejó la empresa y la totalidad de las acciones del consorcio comercial para que sean entregadas al momento de mi muerte. A mi esposa, le dejó el dinero ahorrado en una cuenta en Suiza y la casa donde vivimos los últimos años”
Las mujeres no pudieron creer lo que escucharon
— Esto tiene que ser una broma ¡Eso es todo! ni siquiera dejo algo para mí — Exclamó furiosa la hermanastra.
— ¿Está seguro que esa es la última voluntad de mi esposo?
— Así es señora, el señor Harper escribió de su puño y letra su último testamento, además acá está su firma así que es completa y rotundamente legal.
— ¡Es que tiene que haber un error! ¡Él no puede hacerme esto! — Se levantó furiosa de su asiento, golpeando con fuerza la madera del escritorio.
Diana era la más perpleja de ellas, a pesar de ser legítimamente la única heredera de su padre, jamás espero tal cosa de su parte, por tanto, no supo cómo reaccionar, veía a su madrastra y hermanastra vociferar echando pestes y maldiciones por la boca, pero aun así, le costaba creer que se trataba de algo real. No fue sino hasta que vio a su hermanastra írsele encima para golpearla, que salió de su trance.
— ¡Eres una m*****a mosca muerta! ¡Tú lo sabías! por eso regresaste, para quedarte con todo lo que nos corresponde — La mujer que fue oportunamente neutralizada por el escolta no hacía más que gritar, lanzando puños y patadas al aire en medio de un ataque de histeria. Antes de que las cosas terminaran de perder el control, el hombre la sacó de allí.
De regreso a casa, aún se sentía aturdida por todo lo que había ocurrido, aunque en su rostro había una pequeña sonrisa. Irónicamente pese al torbellino de emociones que acababa de vivir, sentía una especie de alivio.
— Al final, esas arpías recibieron su merecido, sus ambiciones quedaron en evidencia. Ahora que lo pienso, es hasta poético como resulto todo, contrario a lo que pensaba mi padre no resultó ser cien por cien un idiota.
Más por compromiso que por otra cosa, se hizo cargo de todos los preparativos para el sepelio de su padre, fue una ceremonia triste, llena de hipocresía por parte de los presentes, a la que no asistieron ni su madrastra y hermanastra, dejando claro su disgusto. Mientras eso ocurría, en la casa de los Taylor la enfermera a cargo de los cuidados de Jack, dejó caer el vaso de vidrio que llevaba en sus manos, cuando al entrar a la habitación descubrió que su paciente estaba sentado al borde de la cama con los ojos bien abiertos mirándola fijamente.
Perpleja no supo cómo reaccionar, parecía estar presenciando un milagro del cielo. emocionada se apresuró a correr al despacho en donde se encontraba la familia reunida.
— ¡Despertó! ¡El señor Jack está despierto! — Exclamó en medio de lágrimas de felicidad.
La señora Taylor se negaba a creer lo que estaba escuchando, desesperada corrió a la habitación de su hijo para confirmar con sus propios ojos que lo que la cuidadora estaba diciendo era verdad. Subió las escaleras tan rápido como sus piernas se lo permitieron, al entrar se llevó la sorpresa de su vida al verlo de pie.
— ¡Es verdad! — Exclamó. Las fuertes emociones que la invadieron hicieron que se desmayara cayendo tendida en el suelo de un solo golpe.
Una noche para recordarLa mirada de Diana estaba fija en la rosa blanca que dejó sobre la urna de su padre, lentamente los trabajadores del cementerio la bajaron a lo profundo del hoyo de tres metros, con unos cables que corrían a través de una polea oxidada. Sintió aquella escena como el final de un ciclo, cuyo cierre fue la tierra cayendo sobre la madera de roble, acompañada de las gotas de lluvia. Lo inexpresivo de su rostro cubierto por la gafas de sol, no cambia el hecho de que la muerte de su padre le afectó más de lo que creía, no importa cuando quisiera aparentar que no era así. — Señorita, perdone que la interrumpa, pero debemos irnos — El tono de voz preocupado que oyó la sacó de su trance. — ¿Qué sucede? — Disimuladamente seco las pequeñas lágrimas que corrieron por sus mejillas.— La señora Taylor va camino al hospital. No tengo los detalles pero dicen que se puso muy mal. — Dijo inquieto su guardaespaldas.. Sin dudarlo corrieron al auto y se encaminaron hacia la sala
Camas SeparadasConsternada, se quedó parada tras la puerta al salir de la habitación, jamás habría imaginado que su suegra pudiera tener semejantes sentimientos de odio hacia su hijo, en especial luego de ser testigo de la preocupación que expresó mientras estuvo en cama. — ¡Qué clase de familia a la que vine a parar! es incluso peor que la mía. Nunca esperé que reaccionara así, dejó muy claro que no quiere tener hijos; tengo que pensar lo que voy a hacer, cuál va a ser el siguiente paso. Todo este tiempo me imaginé a un hombre distinto. Que equivocada estaba. La voz del guardaespaldas la sacó de sus pensamientos — Señora, debemos irnos — señaló tajante. Diana aun en trance no lo contradijo, simplemente lo siguió hasta el lugar donde dejaron el auto estacionado. Mientras iban camino a la mansión Taylor, no dejó darle vueltas al asunto en su cabeza. — Esa mujer lo culpo por la muerte de su padre. Ahora que lo pienso, también insinuó que padece un desorden mental, mejor dicho, c
Cerca de las ocho de la mañana del día siguiente, Diana tomaba asiento en una de las mesas al aire libre de una cafetería campestre. Resultaba extraño que no hubiera señales de su ex, sin embargo, se mantuvo tranquila, ordenando simplemente una taza de café au lait. — Tan puntual como siempre — dijo arrogante el hombre, mientras rodaba la silla para sentarse frente a ella. — Y como siempre llegas tarde ¿Qué era eso tan importante para lo que me hiciste venir? — Tranquila, no seas tan agresiva Mejor comamos algo y conversemos como en los viejos tiempos ¿Recuerdas lo felices que éramos? — ¿Me citaste aquí para hablar del pasado? ¿Es en serio? No tengo tiempo para estas estupideces — molesta se levantó recogiendo su bolsa. Hizo amago de irse pero él la sujetó por la muñeca. — ¿A dónde crees que vas? no hemos terminado de hablar y créeme que te interesa lo que tengo que decirte. De mala gana Diana se liberó de su agarre lanzándole una mirada cargada de desprecio. Altiva volvió a sen
Revelaciones — Siempre supe que eras un miserable, pero jamás creí que serías un asesino — La rabia con la que habló enmudeció la casa. La más consternada de todos era Diana, escuchar que el hombre que durante unos años consideró el amor de su vida, ser llamado asesino por parte de su hermano menor, era imposible de creer aunque lo estuviera presenciando de primera mano. — ¡¿Qué está pasando aquí?! — El sonido de su voz inmediatamente atrapó la atención de Jack, quien con los ojos rojos carmesí volvió a verla. — ¡Vamos! ¡Dile! — destilando rabia instó a su hermano — ¡Cobarde! ¿Por qué no le dices la verdad? —El miedo era visible en el desfigurado rostro de Alfonso, la sangre que cubría su nariz le hacía aún más difícil respirar, por lo que lanzaba grandes bocanadas de aire. Jack no escatimó esfuerzos en presionarlo para que hablara, estaba totalmente fuera de sí, como si de la nada hubiese perdido la capacidad de ser piadoso. Podría decirse que el más sanguinario de los mafi
En otra habitación, aun bajo los efectos de la adrenalina que corría por sus venas, Jack destruía todo lo que se atravesara en su camino. Arrojó las fotografías familiares a la pared, quebrando los cristales de los portaretratos. Estaba histérico, a pesar de haberle dado “una lección” a su hermano, eso no calmó el fuego en su sangre. — ¡Maldito miserable! — grito desde el fondo de sus pulmones, pateando el hermoso sillon de cuerpo tallado a mano que estaba junto a él y que había sido un regalo de Alfonzo para su padre años atrás. — Siempre supe que eras una sabandija, aprovechándose de todos a tu alrededor para satisfacer tu ambición. Por tu culpa, estuve preso en mi propio cuerpo durante años. No hay nada con lo que puedas saldar esta deuda. Hablaba con el mismo sentimiento de tener a su hermano enfrente, era como si estuviera siendo víctima de un trance, en el cual repetía una y otra vez la discusión con su hermano y en cada oportunidad cosas más hirientes salían de su boca. La c
Soy tu dueño Lejos de querer corresponderle, se liberó de su boca y lo miró con odio — ¡¿Es de eso de lo que se trata todo esto?! ¿Crees que soy un objeto al que puedes tomar cuando te dé la gana? — Intentó cachetearlo, pero este detuvo su mano con fuerza sometiendola entre sus brazos, pegándose a su cuerpo. La diminuta distancia que había entre ellos, hacía posible que sintieran sus respiraciones, que escucharan el palpitar de sus corazones. Para Diana, era un autentica tortura, puesto que algo indescriptible estaba sucediendo con su cuerpo, se estaba embriagando con el aroma del aliento de Jack, ¿Acaso era un efecto del beso? ¡Quién sabe! no podía estar segura. Lo cierto es que la atraía igual que un imán. Esa aura misteriosa que la invadía, había hecho que sin darse cuenta dejara de forcejear, solo se quedó allí, sintiendo el calor de su cuerpo, extasiada por su vigorosidad. — ¿Qué sucede? ¿Adonde se fue la mujer impetuosa de hace un rato? — preguntó con malicia, acercándose pe
A la mañana siguiente Diana despertó en su habitación cubierta por finas sábanas de seda color nacar. Desorientada lentamente se acomodó en el espaldar de la cama, sosteniendo su cabeza como si se le fuera a caer en cualquier momento. Cuando los primeros haces de luz entraron en sus ojos, sintió un dolor punzante tan intenso, parecido a mil agujas entrando por su córnea. Parecía que acababa de salir de un largo sueño, incluso, sentía estar en un mundo paralelo, pero para poder entenderla, qué mejor que conocer la historia en sus propias palabras… Diana: El dolor de cabeza que sentía era tan fuerte que no sabía cómo describirlo con palabras. En mis años de escuela de medicina, jamás había experimentado una cefalea tan intensa, ni siquiera durante las largas noches de insomnio anteriores a los exámenes finales. Apenas si puedo mantener los ojos abiertos, mientras me pregunto ¿Cómo llegué hasta aquí?Para mi sorpresa, la pregunta vino acompañada por destellos fugaces de una parcial re
Malversación Estaba en Shock, sabía que mi padre me había heredado la compañía, pero no fue sino hasta ese instante que comprendí la magnitud de ese hecho, con las miradas de todos encima mientras el abogado principal hacia lectura de un acta que escuchaba difusa igual que el canto de una ballena azul. El hombre no dejó de repetir que a partir de ese momento era la presidenta de la compañía, con el 70% de las acciones, no solo de esa firma, sino también de otras asociaciones donde mi padre fue el mayor inversionista, todas dedicadas al campo de la investigación medicinal.— ¡Esto tiene que ser una broma! ¡Que alguien me explique! ¿Dónde está mi participación en esta empresa? —Exigió al borde un ataque de histeria mi madrastra. Sin duda, las más afectadas por las revelaciones de los abogados fueron ellas, al parecer, contrario a lo que creí mi padre fue tan estupido, quizas en el fondo siempre supo que esas mujeres estuvieron a su lado únicamente por interés y decidió darles su mere