Me sentía acorralada, desnuda, y no solo físicamente, también mentalmente. No pude confrontarlo, solo me zafé de su agarre y me dirigí a la habitación, con calma me senté en la cama y tomé mi rostro entre las manos. Estoy cansada de todo esto, de sentirme así, no sé en qué momento mi vida ase llegó a complicar tanto. Nada había sido tan difícil desde aquella época en la que tuve que empezar a salir del orfanato, conocer el mundo exterior y darme cuenta que el resto de las personas tenían padres y hermanos, me sentía desorientada, sin entender mis propios sentimientos al respecto, justo como ahora. — ¡Mónica! — Me llamó mi esposo, que está justo frente a mí, pero a quien no puedo mirar a la cara. Comencé a llorar, abracé mis piernas como pude y comencé a llorar. Él se arrodilló delante de mí y abrazó mi cuerpo. —Llora, si es lo que necesitas, llora. —Susurró. El llanto fue largo, a veces desesperante, otras veces agonizante. Me sentía tan culpable y vacía, parece mentira, pero lo
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