Una vez que nos detenemos frente a la mansión me pongo nerviosa. No debí contarle nada de lo que pasó a Horacio. No tengo idea de lo que pueda estar pensando de mí, después de haberle confesado lo que sucedió aquella noche en el hotel, entre su hijo y yo. Debí amarrarme la lengua antes de soltarle toda la historia. Ni siquiera me di cuenta, sino hasta que ya era demasiado tarde. ―¡Mami, mami, llegamos a casa del abuelito! Grita mi hija con gran furor. Abre la puerta de manera inesperada y sale corriendo del auto, antes de que pueda detenerla. ―¡Camila! Le grito preocupada, pero me ignora por completo. Ingresa a la casa mientras bajo del auto y corro tras ella para evitar que Samuel pueda verla. ―Terry, por favor, deja las maletas en la entrada ―le explico ajetreada―, vendré a buscarlas en cuanto pueda. Le doy un beso en la mejilla y me despido de él. Me apresuro y entro a la casa para darle alcance a mi hija. Me llevo la mano a la frente debido a la gran preocupación que me inva
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