Acá les dejo un nuevo capítulo. Leo sus comentarios. Nos vemos en el próximo.
Al final de la tarde decido abandonar mi oficina y volver a la casa. No sé ni para qué demonios fui a trabajar. Fueron casi ocho horas perdidas sin hacer absolutamente nada. Me quito la corbata mientras atravieso los pasillos desolados de mi empresa para dirigirme hacia el elevador. ―Espera, Samuel. Me detengo y giro al escuchar a voz de Alan, detrás de mí. ―Aquí tengo lo que me pediste ―me tiende una carpeta―. Allí está la información de la enfermera que escogí para que se ocupe de cuidar a tu padre ―no sé por qué razón percibo una extraña sensación de angustia dentro de mi pecho con la noticia―. Es joven, pero tiene experiencia ―me explica algo apresurado―. Además, ya no tengo más opciones para ofrecerte ―niega con la cabeza―. Ya nadie quiere trabajar para tu padre con ese carácter que se gasta. Bufo resignado y observo la carpeta que parece quemar mi mano. ―¿Cuándo le pediste que comenzara? Observa la hora en su reloj de muñeca antes de responder. ―Mañana a primera hora estar
Dos días después Me quedo mirando la cara de Nora que está tan conmocionada como lo estuve yo, después de leer todo el contenido del testamento. Aun me niego a creerlo. No sé que llevó a Lorna, a tomar semejante determinación. ―¿Lorna estuvo escondiendo durante todos estos años que tenía suficiente dinero como para haber salido de aquel barrio de mala muerte y darse una vida cómoda en el mejor lugar de esta ciudad? Me levanto de la silla y camino hacia la ventana. Elevo la mano y limpio las lágrimas que siguen rodando por mis mejillas como cascadas. Esto me tiene muy afectada. ―Estuvo guardando el dinero de la póliza de vida que le entregó el seguro después de la muerte de su esposo ―a la mañana siguiente fui a hablar con el padre Elián y fue el que me contó toda la historia―. Lo guardó para mí, ¿puedes creerlo? ―le pregunto atónita―. Esperó todos estos años a que saliera de la cárcel, para darme la oportunidad de darle a mi hija la vida que ella se merece. Me llevo las manos a l
Una vez que nos detenemos frente a la mansión me pongo nerviosa. No debí contarle nada de lo que pasó a Horacio. No tengo idea de lo que pueda estar pensando de mí, después de haberle confesado lo que sucedió aquella noche en el hotel, entre su hijo y yo. Debí amarrarme la lengua antes de soltarle toda la historia. Ni siquiera me di cuenta, sino hasta que ya era demasiado tarde. ―¡Mami, mami, llegamos a casa del abuelito! Grita mi hija con gran furor. Abre la puerta de manera inesperada y sale corriendo del auto, antes de que pueda detenerla. ―¡Camila! Le grito preocupada, pero me ignora por completo. Ingresa a la casa mientras bajo del auto y corro tras ella para evitar que Samuel pueda verla. ―Terry, por favor, deja las maletas en la entrada ―le explico ajetreada―, vendré a buscarlas en cuanto pueda. Le doy un beso en la mejilla y me despido de él. Me apresuro y entro a la casa para darle alcance a mi hija. Me llevo la mano a la frente debido a la gran preocupación que me inva
No sé cómo sentirme al respecto. No me gustan los niños y jamás me gustarán, no obstante, hay algo en esta chiquilla que me llama la atención y que me hace imposible de resistirme a sus encantos. Es una completa belleza de pelo lacio brillante como el oro. ―¿Quieres comer algo dulzura? ¿Acabo de decirle dulzura? Vaya que esto si que no me lo esperaba. Parece que se me da bien el papel de dichoso papá. ―¿Podemos comer emparedados? Elevo una de mis manos y me rasco la cabeza. ―No, sé cómo hacer uno cariño. Levanta su carita de ángel de mi pecho y me mira a los ojos con gran emoción. ―¿Pero eres un gran empresario? ¿Cómo es posible que no sepas como preparar algo tan sencillo? Suelto una carcajada ante tales palabras. Así que su madre le ha dicho, que su padre es un gran empresario, pero ¿quién es su verdadero padre y por qué razón, Abigaíl no la desmintió cuando la niña me confundió con su padre? Pronto voy a averiguarlo. ―Tú papi es muy bueno para los negocios, se le dan con gr
Tengo el estómago revuelto debido a los nervios. Sé que Horacio tiene razón, que tengo que calmarme y darle la oportunidad a Samuel para que cree lazos afectivos con Camila, su hija. Sin embargo, considero que la manera en la que está sucediendo no es la correcta. ―¿Cómo podrán establecer un vínculo si ni siquiera sabe que es su verdadera hija? ―le expongo con angustia―. Lo que comienza mal no pude terminar bien, Horacio ―insisto―. Debí decir algo, detenerlo a tiempo, pero solo me quedé allí parada sin ninguna reacción ―lo miro a los ojos―. No debí dejar que todo se saliera de control de esta manera. ―¿Estás dispuesta a decirle que ella es su hija? Niego con la cabeza. ―No es el momento adecuado. Expreso tajante. ―¿Qué mejor momento que este? ―se acerca en su silla y se ubica frente a mí―. Dales la oportunidad a que se conozcan, que nutran su relación de padre e hija, pero debes hacerlo comenzando por contarle la verdad a Samuel. Mi hijo tiene derecho a saber que tiene una hija.
¿Qué podía esperar de una mujer como ella? Es una más del montón. Estoy temblando de rabia e impotencia. Es la primera vez que una mujer me pone las manos encima. ¿Cómo se atreve? ―¡Basta, Samuel! ―grita mi padre desde lo alto de las escaleras―. No te permito que trates a Abigaíl de esa manera. Sus palabras exacerban la ira que me está consumiendo. ―¿A caso no te das cuenta de lo que esta mujer está buscando? ―le pregunto con incredulidad al ver la fiereza con la que la defiende―. ¿De sus verdaderas intenciones? ―giro la cara y la acribillo con la mirada mientras la repaso con asco de pies a cabeza―. Eres una… Papá me detiene antes de que pueda soltar las palabras que una mujer como ella se merece. ―No te atrevas a insultarla delante de mí ―sentencia determinado―, porque entonces vas a saber hasta dónde soy capaz de llegar para defenderla. Me quedo pasmado por su vehemencia. ¿Acaba de amenazarme? ¿La ha preferido a ella por encima de su propio hijo? ―Te desconozco, padre ―giro m
A pesar del odio y el rencor que siente por mí y de sus amenazas, decido quedarme. Quizás me mande a echar tal como lo prometió, pero no pienso irme hasta averiguar que el abuelo de Camila está bien. Que la caída no trajo consecuencias, qué lamentar. Con piernas temblorosas ingreso al interior. Me acerco al módulo de información y pregunto por él. ―El señor Di Stéfano está siendo atendido en emergencias en este momento ―me indica la recepcionista―, tome el pasillo derecho hasta el fondo y luego cruce a la izquierda; al llegar verá el cartel. Sigo sus instrucciones hasta dar con el área. Mi corazón se hace añicos al ver a Samuel sentado en una de las sillas, con los antebrazos apoyados en sus piernas y su cabeza recostada sobre estos. Se ve destrozado. El movimiento convulso de su cuerpo me indica que está llorando. No me atrevo a mover ni un solo músculo para no molestarlo. Estoy segura de que mi presencia en lugar de calmarlo solo conseguirá perturbarlo. Me oculto en la distancia
¿Qué me sucede? ¿Por qué estoy tan enojado con ella? ―Señor, me quedaré aquí en el caso de que se necesite algo con urgencia. Cierro los ojos y respiro profundo para calmarme. Por fortuna, lo de mi padre no fue nada grave. Me doy la vuelta, ya más tranquilo. ―No es necesario Cornelio, puedes irte a la casa ―meso mi cabello y lo miro a los ojos―. Pídele a una de las mujeres que vigile a la niña mientras esa… ―me muerdo la lengua para no soltar una palabra inadecuada. Estoy muy exaltado―. No quiero que despierta y encuentre que su madre no está con ella, podría asustarse. Cornelio me mira de una manera que no sé cómo explicar. ―Por supuesto, señor, yo mismo me haré cargo de todo y me ocuparé de que una de las mujeres del servicio se dedique exclusivamente de la pequeña hasta que su madre regrese. Asiento en respuesta. Los problemas que tenga con la madre nada tienen que ver con la pequeña. Además, esa niña es una completa dulzura. Nada que ver con la madre. ―Gracias, Cornelio, t