La observo dormir desnuda sobre la cama. Se ve radiante, feliz y satisfecha. No puedo dejar de mirarla. Sin embargo, por mucho que quiera quedarme y volverla a follar, es hora de abandonar esta habitación. Es lo más sensato y cuerdo que puedo hacer. Recojo mi ropa del piso y salgo huyendo de allí como un cobarde. Me escondo tras la sombra de la madrugada y subo en silencio los escalones para dirigirme a mi habitación. Aún llevo impregnado en mis manos el olor de su esencia y el sabor de sus besos en mi boca. No sé qué arrebato, nos hizo terminar metidos en su cama, pero debo confesar que, fue una de mis mejores experiencias. Incluso, me atrevo a asegurar que la mejor de mi vida. Tiro la ropa en el cesto destinado para la lavandería y me dirijo al baño. Tengo una extraña sensación clavada en mi pecho que no me puedo arrancar. No sé por qué razón ella se me hace tan familiar, es como si la conociera desde antes. Su olor, sus gemidos, esa forma tan natural y espontánea de entregarse. Pa
Leer más