Clarissa no pudo recordar la cantidad de veces que hizo el amor con Emanuel ese fin de semana, desde que se encontraban en el trabajo y caminaban juntos hasta la casa, al cruzar por la puerta se desnudaban completamente, como si no existiera el mundo después de aquello.Lo hicieron en el mueble, en la cocina, varias veces en su habitación y en el suelo.Clarissa se aprendió de memoria cada lunar que cubría el cuerpo pálido del hombre, aprendió en qué punto de la enrojecida y suabe cabeza era más sensible y tambien saboreó el sabor de sus orgasmos.Todo parecía una fantasía erótica de besos y placer, y humedad y orgasmos también. Nunca se había sentido tan compenetrada con alguien como con el hombre, sus gestos, cuando bromeaba de verdad y cuando era solo por burlarse de ella, pero, sobre todo, notaba aquello que cargaba Emanuel, como un miedo y una culpa que lograba percibir cuando estaba un momento a solas.— ¿Está todo bien? — le preguntó ella una madrugada en que lo encontró despie
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