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104 chapters
38- PADRE SOLTERO. Remoridmineto y deber.
Ana esperó a que cayera la noche, se abrazó al cuerpo de Maxwell con fuerza mientras el hombre esperaba al lado del teléfono una llamada que Ana sabía no iba a llegar.— Franco llegará mañana en la tarde, hay que esperar hasta ese momento — dijo Luis que estaba sentado con su esposo justo en frente. Durante todo el día los tres hombres intentaron poner la denuncia del secuestro de Emanuel, pero siempre era el mismo resultado. Lo más lejos que llegaron fue que en una ocasión la operadora fingió tomar la denuncia, las demás solamente cortaban la llamada.— Es increíble que tenga tanto poder — murmuró Johan y Ana negó.— Albán no tiene poder, poder tienen los políticos con los que trabaja, él solo es un lame suelas — Maxwell estaba muy silencioso y Ana le apretó la mano — me iré a la cama — le dijo — necesito descansar para pensar con claridad — Maxwell la miró con nostalgia, ella sabía que el hombre quería que se quedara a su lado, pero ella no podía hacer eso.Le dio un muy fuerte ab
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39- PADRE SOLTERO. Un hombre enfermo.
Mientras la camioneta avanzaba por las calles vacías Ana sintió que el nudo en el estómago le impedía respirar con facilidad. Las manos le sudaban y las piernas le temblaban, y el ambiente tenso dentro el auto no hacían más que complicar su inestable cordura. — Lo siento — dijo Ernesto después de un rato y Ana negó con la cabeza. — No es momento — le dijo, pero el muchacho negó tambien. — Creo que es el momento, lo que piensas hacer es una locura. — Es lo que tengo que hacer, no permitiré que Albán le toque un solo pelo a Emanuel — Ernesto se quedó callado otro rato. — Yo no sabía, ese hombre me manipuló, pensé que eras una trepadora oportunista, eso me hizo creer él, y ahora te estoy ayudando a entregarte, esto solo hará que Maxwell me odie más. — Max no te odia… — ¿No? ¿y todo lo que me dijo esa vez que peleamos? — Ana se quedó pensando un momento. — Entiendo tu miedo a que él caiga de nuevo una es depresión como la última vez, pero tambien lo entiendo a él, te fuiste de casa
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40-PADRE SOLTERO. Enfrentar el mal.
Maxwell apretó con fuerza la herida en la pierna de su hermano y Ernesto lanzó un quejido fuerte. — Debo parar la hemorragia — le dijo él, aunque lo cierto era que no tenía tanta y al parecer la bala no había hecho mucho daño, pero apretó con fuerza — ¿Cómo se te ocurrió hacer eso? ¿Estás loco? — pero Eduardo lo miró desafiante. — Ana me convenció, parecía muy segura de saber lo que hacía, me dijo que conocía a ese hombre y que logaría escapar — Maxwell miró a su tío Johan que estaba de pie muy serio a su lado, tenía el entrecejo apretado y se lograban ver un par de arrugas alrededor de sus ojos — Maxwell mirarme — le pidió su hermano y cuando el científico lo miró el joven tenía los ojos brillosos — ¿Acaso no crees que era más importante traer a Emanuel a casa? — pero Maxwell tomó le tomó uno de los brazos y lo apoyó en su propia herida. — ¿Y lo trajiste? — él no contestó — fueron unos ingenuos, tú y Ana, al pensar que ese hombre iba a hacer un trato, por lo que sabemos nunca en su
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El destino que merecemos.
Ana sintió el frío metal del arma contra su cien y el cuerpo se le llenó de adrenalina. Frente a ella Maxwell estaba sangrando de un hombro y le apuntaba, pero Albán estaba tras ella, era imposible que pudiera apuntarle. — Si no es para mí no es para nadie — repitió el policía y Ana cerró los ojos, ¿Así sería el fin de su vida? Muerta por el hombre que creyó haber amado alguna vez frene al hombre que sí amaba en realidad. Abrió los ojos, todo parecía estar sucediendo en cámara lenta y cundo vio en la expresión de Maxwell ese terror mesclado con miedo y rabia se sintió terriblemente culpable, ella le había traído dolor a su vida y no se perdonaría por eso. — Lo siento — le dijo Ana al científico, sonó a una despedida por siempre y él negó con la cabeza — lamento haberte traído dolor a tu vida. — No digas eso, Ana, tu no trajiste dolor a mi vida, todo lo contrario, me diste una razón más para querer vivir — los ojos de Ana se llenaron de lágrimas, no podía terminar así. — ¡Ya cállen
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