El cielo oscureció y sutiles gotas inundaron el ocaso.No nos dimos cuenta que las nubes pronosticaban una noche extremadamente fría. Las calles se tornarían resbalosas en cuestión de minutos. No le dimos importancia, si no, hasta que la gélida precipitación cayó sobre nosotros, empapándonos por completo.Empezamos a reír mientras corríamos al automóvil; ya dentro, nos besamos como dos adolescentes excitados después de hacer una travesura –claro, yo aún era joven, pero Mr. Stevens, ya no tenía edad para andar en chiquilladas–, después nos observamos escasos segundos antes de dar rienda suelta a nuestras pasiones.Me gustó la manera varonil en que mi Príncipe me hizo el amor. Era la segunda vez y fue algo doloroso –menos que la anterior–, pero ese sufrimiento fue agradable, placentero.Él me preguntó si deseaba que fuera delicado, le dije que así estaba bien; me agradaba el ímpetu con que se deslizaba dentro de mí, y la fuerza con que apretaba mi cuerpo entre sus brazos.- Te amo
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