Esa revelación fue como un certero golpe al corazón. Sentí claramente como una parte se resquebrajaba y despedazaba hasta hacerse añicos.Estoy segura que el dolor de Prometeo no se asemeja en nada al que sentía en este momento; era como si una manada de leones, engullera mi interior hasta dejarme vacía, seca; querían asolarme, destruirme.Justo cuando creí que la noche se ponía mejor, tuvo que decirme esto; hubiera preferido que lo guardara en secreto, elegiría mil veces ignorar lo que sucedió entre esa mujer y mi amado Príncipe.- Solo fue una vez –pegó su cuerpo al mío–. No volví a salir con ella –mi respiración se volvió profunda–. Quería que lo supieras, no pretendo mentirte.Tenía tantas ganas de llorar, abofetearlo y salir corriendo de ahí para no volver jamás.Henderson había dicho que Mr. Stevens tenía suerte con las mujeres, que muchas jóvenes lindas lo buscaban. De seguro Marilyn era una de ellas.- ¿La amas? –Pregunté cabizbaja–. Si es así no quiero interferir entre ustede
- Me siento orgulloso de ti… Hijo –mi padre lo abrazó delante de su socio. Tal vez la edad lo estaba volviendo loco, ya tenía setenta y dos años y no pensaba descansar. Amaba más a la Empresa que a su propia familia–. Pero me preocupa ese dolor que sientes en el estómago, deberías ir a la clínica.- No es nada grave –mirándome–. Solo es un leve dolor producto de algo que no digerí bien por salir a correr.- Vayamos a celebrar –dijo Freddy–. Los ingresos han aumentado y eso se merece una recompensa ¿Verdad Henderson?Se robaba un crédito que no le pertenecía.Si la Empresa había subido sus cifras, era por mí, yo me esforzaba a diario para que las ganancias sobrepasaran a la de los meses anteriores y no era justo que me dejaran de lado.#- ¡Lo dices en serio! –Exclamó impresionada Melina. Tapándose la boca, echó a reír–. Por eso traes puesta su camisa.- Sí –confirmé emocionada. Encogiéndome de hombros, dejé que mis largos risos cubrieran parte de mi rostro.Nos encontrábamos conversan
Ella se acercó a mi lado sin titubear. Rodeándome con sus brazos, confortó mi alma consumida por la amargura. Poco a poco, sentí como la ira dejaba mi corazón hasta desaparecer completamente.- No me dejes solo nunca –sumergí mi rostro en su seráfico pecho–. Mi niña. Te amo –una osada timidez ruborizó mis mejillas.Sin la mínima intención de hacerlo, le declaré mis más profundos sentimientos. Sí, la amaba y no me avergüenzo de decirlo. Sé que, para ella, estás palabras tienen una importancia que supera al valor del oro, y al igual que él, no se devaluarán nunca.- Stevens –una tímida sonrisa floreció en su joven rostro–. Yo también lo amo.Me besó con tal ímpetu, que caímos de espaldas al suelo. Sus labios no dejaban un solo espacio libre en mi boca; me arrebataban el oxígeno, estaba a punto de desmayarme por falta de aire, pero no importaba. Esa angustiante sensación me recordó que aún estaba vivo y no había razón para desplomarme por una estupidez como la acaecida.- Vanesa…–Exhalé
A pesar de mis escasos años, me di cuenta que Marcus pretendía manipular a su hijo conmigo.Si lograban retenerme, Mr. Stevens no se iría y así su padre no perdería su gallina de los huevos de oro; sin embargo, no entendía cuál era el afán por parte de Henderson para que me quedara en CODALU. Si Mr. Stevens se iba, él podría ocupar ese importante cargo y convertirse en un personaje tan relevante como mi Príncipe.¿Para qué me necesitaría?- Si deseas que me quede –acotó Mr. Stevens–. Discúlpate con Vanesa.- ¡Yo! ¡¿Disculparme con esa mujer barata?! ¡Olvídalo!- Adiós padre –dictaminó con determinación.Encendió el auto y arrancó dejándolos atrás.Yo sé lo importante que es para él este trabajo, y verlo renunciar así debe ser muy difícil. No supe que hacer para consolarlo, solo incliné el rostro y me disculpé. Él no se merece una mujer inútil como yo.#Me sentía liberado.Sabía que al cortar lazos con CODALU, podía iniciar una nueva vida, con un mejor trabajo –en el que la gente no m
El cielo oscureció y sutiles gotas inundaron el ocaso.No nos dimos cuenta que las nubes pronosticaban una noche extremadamente fría. Las calles se tornarían resbalosas en cuestión de minutos. No le dimos importancia, si no, hasta que la gélida precipitación cayó sobre nosotros, empapándonos por completo.Empezamos a reír mientras corríamos al automóvil; ya dentro, nos besamos como dos adolescentes excitados después de hacer una travesura –claro, yo aún era joven, pero Mr. Stevens, ya no tenía edad para andar en chiquilladas–, después nos observamos escasos segundos antes de dar rienda suelta a nuestras pasiones.Me gustó la manera varonil en que mi Príncipe me hizo el amor. Era la segunda vez y fue algo doloroso –menos que la anterior–, pero ese sufrimiento fue agradable, placentero.Él me preguntó si deseaba que fuera delicado, le dije que así estaba bien; me agradaba el ímpetu con que se deslizaba dentro de mí, y la fuerza con que apretaba mi cuerpo entre sus brazos.- Te amo
- Mucho gusto…–Guardé silencio esperando que dijera su nombre.- Retírese por favor –pidió amablemente su madre.- Mamá –susurró Vanesa–. Al menos permítannos ingresar a la sala y ahí hablaremos.- Este hombre no pisará nuestra casa –replicó su padre–. Váyase en este mismo instante o tendré que…- ¡Papá! –Suplicó mi niña–. Es por él que pudimos pagar las deudas, Mr. Stevens fue muy amable conmigo y me ayudó en diversas ocasiones.- ¿Qué te pidió a cambio? –Inquirió su madre, quien era una mujer muy linda.- Nada…–Se miraron unos a otros. El frío se tornaba cada vez más insoportable–. Ustedes me enseñaron que no se debe juzgar a las personas por su apariencia, ni por lo que dice el resto. Les ruego, escúchenlo y demuéstrennos a Dalia y a mí que ponen en práctica sus consejos.Rechinaron los dientes unos instantes.Tenían miedo de abrirle las puertas de su humilde hogar a un depredador; pero este lobo se había vuelto vegetariano y no pensaba devorar a ningún miembro de ese pacífico reba
- ¿Por qué lo preguntas? –Miraba atento las luces del semáforo.- Pensaba salir a buscar…–Antes que terminara la frase, volteó a verme. Tenía el ceño fruncido y los ojos rojos como el carmesí.- ¿Qué dijiste?- Nada –susurré.- No tardaré más de dos horas –volvió a ver las pistas a través de la luna delantera–. Cuando regrese, quiero encontrarte en casa.- De acuerdo –asentí sin atreverme a mirarlo–. Te amo.Respondió con un cacofónico ruido de motor que asfixió mis palabras, perdiéndolas en un grotesco espacio entre él y yo.No entiendo porque se comporta de esa manera; a veces es tierno y amable conmigo, otras, grita y descarga su enojo sin importarle mis sentimientos. Quiero pensar que es porque se siente atrapado por sus problemas. Me encantaría que confiara más en mí, en lugar de guardarse todo para sí mismo.Me dejó en casa y se marchó en medio de una polvareda vertiginosa.Era doloroso verlo en ese estado, yo lo amaba desmesuradamente y me sentía morir cada vez que se alejaba s
- Vamos hombre –agregó soltando una lacónica carcajada–. No me cuentes tu vida, no me interesa. Hablemos de negocios.- Tan contarte como siempre –suspiré mientras sonreía. De todas las personas que conocí en este frívolo mundo, Walter fue el más sincero. Debo admitir que su vida no era perfecta, ni mucho menos un hombre ejemplar, pero nunca fingió interés por cuestiones que no le beneficiaban– ¿Puedes realizar el pago en efectivo?- ¡Bah! A la antigua –carcajeó–. Deberías modernizarte –echó a reír–. De cualquier manera, no estas para contarme ni yo para preguntar, así será ¿Dónde nos encontramos para realizar la transacción?- Dentro de un par de horas, en la cafetería “Coche poche” –suspiré–. Llamaré a mi abogado y le diré que prepare los documentos –golpeé ligeramente el timón–. El me acompañará.- Perfecto –se escucharon delicadas risas. Al parecer habían ingresado mujeres–. Nos vemos entonces, haré que preparen el dinero. Ahora voy a relajarme un momento.- No me cuentes tu vida