REDENCIÓN

- Vamos hombre –agregó soltando una lacónica carcajada–. No me cuentes tu vida, no me interesa. Hablemos de negocios.

- Tan contarte como siempre –suspiré mientras sonreía. De todas las personas que conocí en este frívolo mundo, Walter fue el más sincero. Debo admitir que su vida no era perfecta, ni mucho menos un hombre ejemplar, pero nunca fingió interés por cuestiones que no le beneficiaban– ¿Puedes realizar el pago en efectivo?

- ¡Bah! A la antigua –carcajeó–. Deberías modernizarte –echó a reír–. De cualquier manera, no estas para contarme ni yo para preguntar, así será ¿Dónde nos encontramos para realizar la transacción?

- Dentro de un par de horas, en la cafetería “Coche poche” –suspiré–. Llamaré a mi abogado y le diré que prepare los documentos –golpeé ligeramente el timón–. El me acompañará.

- Perfecto –se escucharon delicadas risas. Al parecer habían ingresado mujeres–. Nos vemos entonces, haré que preparen el dinero. Ahora voy a relajarme un momento.

- No me cuentes tu vida
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