El rasgueo de una guitarra cercana le provocó una sonrisa, pero, aun así, se negó a abrir los ojos. El aroma a cerezas del cabello de Abi, junto a la mezcla maderada de la loción de Alexander en la almohada que ocupaba, era todo lo que necesitaba para sentirse bendecida. Dedos pequeños sobre su rostro y una risita inconfundible hicieron que se quejara, pero su hija parecía demasiado entretenida,Lo hizo de nuevo, esta vez abriendo sus párpados sin miramientos, logrando que se quejara por el maltrato y que la buscara con las manos para hacerle cosquillas.La niña gritó, riendo con nerviosismo y ella hizo lo mismo, sin dejar de mover las manos en su búsqueda, aunque no la encontraba y tampoco quería mirar.Había dormido mucho, pero se sentía mejor con los ojos cerrados y la suavidad de la cama la abrazaba con deleite.—Abi, deja dormir a tu mamá. —La voz de Casandra la hizo abrir los ojos deprisa, confundida por escucharla dentro de su habitación cuando creyó estar a solas con su peque
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