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Cuando Vania regresó a casa para darse un baño y cambiarse después de no poder ver a Alexander en el hospital, Gloria le dijo que Abigaíl se había ido de paseo a la playa junto a sus primos y a su abuelo. Su plan era hablar con ella sobre lo que estaba pasando e ir por utensilios de higiene para él, pero de alguna forma se sintió liberada al no encontrar a su hija en casa y no tener que enfrentarse ni a ella ni a Pablo Herrera.Se sentía agotada, insegura y no sabía si insistir con su presencia era el mejor plan a llevar a cabo, pero qué otra cosa podía hacer.Volvió al hospital después de medio comer algo y se acomodó en el sofá de la sala de espera con el maletín en la mano, revisando por enésima vez los medicamentos que organizó junto a Gloria y se extrañó al no ver a ninguno de ellos rondando por los pasillos.Un cuarto de hora más tarde seguía a solas y en el mismo lugar, sin haber recibido ninguna respuesta al mensaje que envió al chat grupal de los Herrera (al que a regañadient
Vania no supo cómo reaccionar, porque consideraba que Casandra estaba de su lado, al menos por Abi. Sobre todo, por el gesto que tuvo en el hospital al mostrar su apoyo frente a los demás, pero con semejante revelación, era obvio que también se equivocó en eso.Cómo podía haber bajado tanto la guardia con esa familia. Estar entre ellos y convivir a diario no cambió nada y tampoco la benefició en absoluto como pensó. Ahora sí que no sabía qué hacer.—Bu, bueno, yo creo que te entiendo —balbuceó con nerviosismo y sin poder mantenerle la mirada.Casandra suspiró con fuerza y apretó su mano de igual manera para que levantara el rostro.—Entiéndeme, papá está a punto de divorciarse de mi mamá en muy malos términos. Al hermano de Andrea acaban de asesinarlo y lo están involucrando en temas de narcotráfico y un sinfín de delitos y, por si fuera poco, se filtró que Fabio y yo estábamos negociando la tutela de un bebé al margen de la ley, porque como sabrás, yo no puedo concebir. —Casandra, p
A Alexander no le gustaba que le hicieran esperar y menos cuando su hermano y su cuñado no paraban de fastidiarlo con demasiado entusiasmo, sobre el poco respeto que Vania le tenía, al dejarlo plantado por irse con Casandra y Andrea, en lugar de esperar para verlo.Aunque le complacía saber que intentaban integrarla a la familia, temía que la conversación que ella tuvo con Darla se hubiese salido de control y que con ello se dañara todo el avance que lograron en su relación desde su regreso.Lo ponía nervioso el pensar que su actitud la noche anterior pudo haber atribuido a empeorar el malentendido, pero solo le restaba esperar para mirarla a los ojos y aclararlo lo mejor que pudiera. La extrañaba demasiado y verla en su habitación por ese breve instante, fue todo lo que hacía falta para sentir que la situación no estaba tan perdida.Llegó y le llevó cosas que, aunque no necesitaba, le demostraron que se preocupaba por él.La discusión que tuvo con su familia esa mañana lo había deja
Esa mañana, al discutir con su familia, se dio cuenta de que, si no se arriesgaba ahora que estaban solos y podía encajar de una manera civilizada y sin espectadores una negativa, menos lo haría frente a ellos, sin provocarles más lástima de la que ya sentían por él. —¿Qué te pasa? Te ves mal —dijo Vania mirándolo con sorpresa—. Llamaré a la enfermera. —¡No! Ven, dame eso. —Tomó el saco que le entregó y rebuscó en el bolsillo interno del mismo con más torpeza de la que pretendía—. Acércate. —¿Seguro? Alexander, parece que estás a punto de vomitar. Su mirada de preocupación lo estaba alterando más. —Bueno, espero que después de escuchar lo que tengo que decir no seas tú quien lo haga. —Su intento de broma no funcionó, así que se apresuró a añadir—: Vania, te amo. —Yo también, pero… —No me interrumpas, por favor. —Ella asintió y se sentó a su lado, sosteniendo su mano canalizada con ternura—. No tenía planeado hacerlo aquí ni de esta forma, pero es imperativo que lo haga ahora
El médico encogió los hombros y tomó asiento, dejándose caer sobre el sofá, como si no pudiese sostener su cuerpo un segundo más.—He llamado a la policía, lo siento.—¿Te han pedido algo? —preguntó Alexander sin inmutarse.Era razonable que su padre hubiese hecho lo que creyera necesario antes de acudir a él.—No, aún no.—Entonces…—Eso estaba en mi oficina, sobre mi escritorio y no sé con exactitud cuánto tiempo llevaba allí. Porque la estuve buscando por medio hospital, desde que conversó con Vania, para saber cómo estaba. Y me fue imposible encontrarla. ¿Podríamos preguntarle a ella dónde la vio por última vez?—Por supuesto —Alexander le hizo un gesto a Javier para que fuera por Vania.—Gracias —musitó el médico.—Pero debemos dejar que la policía investigue, aunque nosotros haremos lo propio. Said, te prometo que te la regresaré sana y salva.—No hagas ese tipo de promesas, Alexander, porque ni siquiera sabemos quién o por qué la tienen. —Su teléfono vibró y él se apresuró a re
La última semana terminó siendo un infierno, sobre todo para los niños, porque ya no se les permitía permanecer por mucho tiempo fuera de la casa y ahora se veían limitados a contemplar el mar y la arena que tanto adoraban, solo a través de los ventanales. Ver su móvil, iluminándose cada hora exacta, mostrando como contacto un número privado, despertó su nerviosismo al inicio, pero después, se convirtió sin remedio en algo descorazonador. El no conocer el paradero de Sander tenía a Alexander al borde del colapso y ella no se sentía mucho mejor. El tema del teléfono y la forma en que el griego había accedido al mismo, seguía despertando recelo, lo que sin duda, se convertían en discusiones interminables y fue peor cuando Vania sugirió apagarlo y Simon la contradijo. Él les recomendó que lo mantuviera encendido para determinar la posición del mismo, pero seguían sin lograrlo. Sin embargo, no todo fueron malas noticias, porque encontraron a Darla tres días después de su desaparición.
Vania corrió a su habitación y se puso algo debajo antes de bajar cada uno de los escalones, como si fuesen tres y es que jamás había tenido que interactuar de forma directa con Pablo Herrera. Y aunque él lucía como un abuelo bonachón y consentidor, cuando era ella quien debía responder a una pregunta, él se limitaba a observarla de tal manera, que la dejaba fuera de base. Era como si dudara todo el tiempo, como si amar a Abi como lo hacía, estuviera totalmente desligado a ella, porque la niña era su «princesa de oro». Así solía llamarle frente a todos, desatando los celos infantiles de su propia hija; Casandra y de su nieto Alexander. Abi obtenía cualquier cosa del anciano, incluso que a pesar de su cadera lesionada, se atreviese a ponerse de rodillas para llevarla como corcel por todo el salón de juegos, negándose a hacer lo mismo con los hijos de Andrea. Las circunstancias actuales la dejaban en mayor desventaja y aunque no quiso respaldar el plan delirante de Alexander al enfre
Alexander se movió hacia el balcón de la sala de juegos para apreciar mejor el fuerte viento azotándole el cabello que ya había crecido demasiado. Tuvo la intención de que lo recortaran para verse casi tan bien como ella esa noche, pero cuando Vania se le sentó en el regazo y le susurró cuánto le gustaba halarlo, mientras la llevaba a perder la razón, se rindió y decidió no hacer nada al respecto.Hubiese deseado que el amanecer trajera consigo los rayos implacables del sol, al menos ese día. Sin embargo, el color plomizo predominaba tanto en el cielo como en el mar, intensificando con cinismo esa sensación de desazón que no podía dominar desde que encontraron a Darla.La pelirroja llevaba tatuada en la espalda los nombres de Alexander y Vania sobre la figura de dos lápidas agrietadas y justo debajo, el año de nacimiento de cada uno, separado con un guion con el año actual, el de sus muertes.Eso era algo que evitó decirle a todo el mundo, entre otros detalles grotescos que ella grita