Prometida
Esa mañana, al discutir con su familia, se dio cuenta de que, si no se arriesgaba ahora que estaban solos y podía encajar de una manera civilizada y sin espectadores una negativa, menos lo haría frente a ellos, sin provocarles más lástima de la que ya sentían por él.

—¿Qué te pasa? Te ves mal —dijo Vania mirándolo con sorpresa—. Llamaré a la enfermera.

—¡No! Ven, dame eso. —Tomó el saco que le entregó y rebuscó en el bolsillo interno del mismo con más torpeza de la que pretendía—. Acércate.

—¿Seguro? Alexander, parece que estás a punto de vomitar.

Su mirada de preocupación lo estaba alterando más.

—Bueno, espero que después de escuchar lo que tengo que decir no seas tú quien lo haga. —Su intento de broma no funcionó, así que se apresuró a añadir—: Vania, te amo.

—Yo también, pero…

—No me interrumpas, por favor. —Ella asintió y se sentó a su lado, sosteniendo su mano canalizada con ternura—. No tenía planeado hacerlo aquí ni de esta forma, pero es imperativo que lo haga ahora
Mileth Pineda

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