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El momento indicado
A Alexander no le gustaba que le hicieran esperar y menos cuando su hermano y su cuñado no paraban de fastidiarlo con demasiado entusiasmo, sobre el poco respeto que Vania le tenía, al dejarlo plantado por irse con Casandra y Andrea, en lugar de esperar para verlo.Aunque le complacía saber que intentaban integrarla a la familia, temía que la conversación que ella tuvo con Darla se hubiese salido de control y que con ello se dañara todo el avance que lograron en su relación desde su regreso.Lo ponía nervioso el pensar que su actitud la noche anterior pudo haber atribuido a empeorar el malentendido, pero solo le restaba esperar para mirarla a los ojos y aclararlo lo mejor que pudiera. La extrañaba demasiado y verla en su habitación por ese breve instante, fue todo lo que hacía falta para sentir que la situación no estaba tan perdida.Llegó y le llevó cosas que, aunque no necesitaba, le demostraron que se preocupaba por él.La discusión que tuvo con su familia esa mañana lo había deja
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Prometida
Esa mañana, al discutir con su familia, se dio cuenta de que, si no se arriesgaba ahora que estaban solos y podía encajar de una manera civilizada y sin espectadores una negativa, menos lo haría frente a ellos, sin provocarles más lástima de la que ya sentían por él. —¿Qué te pasa? Te ves mal —dijo Vania mirándolo con sorpresa—. Llamaré a la enfermera. —¡No! Ven, dame eso. —Tomó el saco que le entregó y rebuscó en el bolsillo interno del mismo con más torpeza de la que pretendía—. Acércate. —¿Seguro? Alexander, parece que estás a punto de vomitar. Su mirada de preocupación lo estaba alterando más. —Bueno, espero que después de escuchar lo que tengo que decir no seas tú quien lo haga. —Su intento de broma no funcionó, así que se apresuró a añadir—: Vania, te amo. —Yo también, pero… —No me interrumpas, por favor. —Ella asintió y se sentó a su lado, sosteniendo su mano canalizada con ternura—. No tenía planeado hacerlo aquí ni de esta forma, pero es imperativo que lo haga ahora
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Secuestrada
El médico encogió los hombros y tomó asiento, dejándose caer sobre el sofá, como si no pudiese sostener su cuerpo un segundo más.—He llamado a la policía, lo siento.—¿Te han pedido algo? —preguntó Alexander sin inmutarse.Era razonable que su padre hubiese hecho lo que creyera necesario antes de acudir a él.—No, aún no.—Entonces…—Eso estaba en mi oficina, sobre mi escritorio y no sé con exactitud cuánto tiempo llevaba allí. Porque la estuve buscando por medio hospital, desde que conversó con Vania, para saber cómo estaba. Y me fue imposible encontrarla. ¿Podríamos preguntarle a ella dónde la vio por última vez?—Por supuesto —Alexander le hizo un gesto a Javier para que fuera por Vania.—Gracias —musitó el médico.—Pero debemos dejar que la policía investigue, aunque nosotros haremos lo propio. Said, te prometo que te la regresaré sana y salva.—No hagas ese tipo de promesas, Alexander, porque ni siquiera sabemos quién o por qué la tienen. —Su teléfono vibró y él se apresuró a re
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Juegos
La última semana terminó siendo un infierno, sobre todo para los niños, porque ya no se les permitía permanecer por mucho tiempo fuera de la casa y ahora se veían limitados a contemplar el mar y la arena que tanto adoraban, solo a través de los ventanales. Ver su móvil, iluminándose cada hora exacta, mostrando como contacto un número privado, despertó su nerviosismo al inicio, pero después, se convirtió sin remedio en algo descorazonador. El no conocer el paradero de Sander tenía a Alexander al borde del colapso y ella no se sentía mucho mejor. El tema del teléfono y la forma en que el griego había accedido al mismo, seguía despertando recelo, lo que sin duda, se convertían en discusiones interminables y fue peor cuando Vania sugirió apagarlo y Simon la contradijo. Él les recomendó que lo mantuviera encendido para determinar la posición del mismo, pero seguían sin lograrlo. Sin embargo, no todo fueron malas noticias, porque encontraron a Darla tres días después de su desaparición.
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Interrogatorio
Vania corrió a su habitación y se puso algo debajo antes de bajar cada uno de los escalones, como si fuesen tres y es que jamás había tenido que interactuar de forma directa con Pablo Herrera. Y aunque él lucía como un abuelo bonachón y consentidor, cuando era ella quien debía responder a una pregunta, él se limitaba a observarla de tal manera, que la dejaba fuera de base. Era como si dudara todo el tiempo, como si amar a Abi como lo hacía, estuviera totalmente desligado a ella, porque la niña era su «princesa de oro». Así solía llamarle frente a todos, desatando los celos infantiles de su propia hija; Casandra y de su nieto Alexander. Abi obtenía cualquier cosa del anciano, incluso que a pesar de su cadera lesionada, se atreviese a ponerse de rodillas para llevarla como corcel por todo el salón de juegos, negándose a hacer lo mismo con los hijos de Andrea. Las circunstancias actuales la dejaban en mayor desventaja y aunque no quiso respaldar el plan delirante de Alexander al enfre
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Ultimando detalles
Alexander se movió hacia el balcón de la sala de juegos para apreciar mejor el fuerte viento azotándole el cabello que ya había crecido demasiado. Tuvo la intención de que lo recortaran para verse casi tan bien como ella esa noche, pero cuando Vania se le sentó en el regazo y le susurró cuánto le gustaba halarlo, mientras la llevaba a perder la razón, se rindió y decidió no hacer nada al respecto.Hubiese deseado que el amanecer trajera consigo los rayos implacables del sol, al menos ese día. Sin embargo, el color plomizo predominaba tanto en el cielo como en el mar, intensificando con cinismo esa sensación de desazón que no podía dominar desde que encontraron a Darla.La pelirroja llevaba tatuada en la espalda los nombres de Alexander y Vania sobre la figura de dos lápidas agrietadas y justo debajo, el año de nacimiento de cada uno, separado con un guion con el año actual, el de sus muertes.Eso era algo que evitó decirle a todo el mundo, entre otros detalles grotescos que ella grita
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La última noche
Cuando Alexander volteó de nuevo, Andrea estaba cruzada de brazos en el umbral, donde las cortinas ondeaban con fuerza desde el interior. —Dejarme de última para tu reunión familiar es inconcebible —dijo con reproche—. Javier viene en un momento. —¿Es una advertencia? —bromeó, con esa sonrisa que aparecía cuando estaba con ella aun sin proponérselo—. No te haré nada, mujer. —Sé que jamás harías algo de lo que puedes arrepentirte, Alex. Ya no. Te conozco y siempre te he admirado por ello. Me has protegido todos estos años y necesito exteriorizar que me sentí celosa cuando Vania llegó, pero verte junto a ella me ha mostrado el verdadero caballero de cuento de hadas que hay en ti. —Claro, con armadura y todos los aditamentos que el dinero puede comprar. —No hagas eso —dijo acercándose y envolviéndose en su mullida bata de dormir rosa. que la hacía verse como una muñeca de felpa—. También has sido un gran padre y aunque sé que Abi te sacará canas verdes… —No hablemos del futuro, po
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Cómplices
La carcajada de Vania lo hizo reír también, pero no estaba seguro de su estado físico, así que se removió al sentir el leve peso de su hija saltando en la cama para que Vania se ocupara de lo demás.Vio a sus dos rubias jugando a las cosquillas, mientras bajaba hasta su regazo.Vania le dedicó una mirada reprobatoria a su miembro tenso, pero lo cubrió con su cuerpo como si nada, mientras la chiquilla se subía sobre ella y luchaba hasta llegar a sus hombros y gritaba de nuevo:—¡Pirámide!Tanto Vania como él la acompañaron en el grito, embelesados con el tesoro más preciado que compartían. Alexander supo que no había nada mejor en la vida que eso. Esos pequeños instantes en que eran ellos tres, como si desde su concepción hubiese sido así.Imaginarse a sí mismo pendiente de rutinas caseras y arreglárselas para mantenerlas a ambas de buen humor, lo hacían sentir que podría con ello y que no se aburriría jamás.Suspiró satisfecho de tenerlas tan cerca y repitió en su mente el consejo qu
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Explosivos
La música de cuerdas que Vania escuchó al entrar, en lugar de calmar su inquietud, le provocó un leve estremecimiento. Ella iba custodiada, igual que el resto de las mujeres Herrera y fue llevada hasta el interior del deslumbrante salón donde se efectuarían los discursos de la familia. El plan era desearles a sus empleados una feliz Navidad y un próspero año nuevo, así como la presentación de las más recientes integrantes a la familia y, de inmediato, iban a ser sorprendidos para ser partícipes de la unión nupcial de su primogénito. Momento en que aparecerían por primera vez en público Abigaíl y Vania. Un movimiento inusual en sus festejos, pero que fue aprobado por el equipo de imagen corporativa, que estuvo presionando a la familia para formar parte en los comerciales navideños de las diferentes empresas que la componían. Sin embargo, por los últimos acontecimientos, se habían negado en redondo como medida de seguridad. Las fotografías serían tomadas de esta celebración nada más
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Blanco carmesí
Creyó que le sería imposible avanzar con seguridad hacia la primera curva de la alfombra, que atravesaba tres peldaños hasta llegar a la pérgola, con el arco rodeado de flores, donde ya la esperaba Alexander. —Estás tiritando, niña —dijo Pablo yendo más despacio—. Si no quieres hacer esto, es el momento perfecto para ir en sentido contrario —añadió con una sonrisa tierna y con un gesto de curiosidad. Vania negó y se apoyó en los ojos azules que la miraban con añoranza, ignorando todos los comentarios de admiración sobre lo bien que se verían juntos y la suerte que ella tenía al haberlo atrapado. Sentir el calor de la mano de su suegro fue la certeza que necesitaba en ese momento. Advirtió que las notas bajaban de intensidad y olvidó disfrutar aquel instante que no se repetiría nunca más, porque su mente aún no dejaba ir del todo el nombre que la persiguió durante tanto tiempo, aún en sus pesadillas. ¿De verdad había terminado? Miró a Pablo diciéndole algo a Alexander que lo hizo
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