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NARRA EMERSON—¡Mami, papi! —correteó mi pequeño cuando nos vio ingresar al departamento de Rosario y Ernest.—¡Cuidado te puedes… —avisó Berenice a Dante cuando éste tropezó y si no fuera porque yo fui lo suficientemente rápido se habría ido de boca al suelo—… caer —terminó la frase mi ángel reprimiendo una carcajada.—No puedes negar que es tu hijo, Berenice —comentó Ernest mirándonos graciosamente —. Heredó tus dos pies izquierdos.Tomé a Dante en mis brazos y le di un beso en su mejilla—. ¿Estás bien, campeón?—Si papi, estoy bien —respondió y Berenice se acercó para abrazarlo ligeramente.Rosario salió del umbral de la cocina con la pequeña Mía en sus brazos. Nos saludó a cada uno y le entregó a su bebé a Berenice.—Está creciendo rapidísimo —comentó fascinada mi ángel. La miré con ternura, ¿Qué otra imagen más tierna existía que la de mi Berenice con un bebé en brazos? La respuesta era fácil: ninguna.Sentí un codazo en la parte baja de mi abdomen—. Tienes baba allí —se carcajeó
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Todo este tiempo me sentí como un verdadero Cupido: primero fue con mi prima y Gabriel, ahora estaban encaminados Veronica y Jason y… hasta mi guardia de seguridad, Peter, parecía haber encontrado la flecha del amor… ¿Se imaginan de quien hablo? Pues sí, la mismísima Susan Anderson, fue una sorpresa para todos, pero el amor había tocado sus puertas también. Por suerte, la situación de la familia Anderson había cambiado para bien desde que comenzó a trabajar en la empresa, sus niños más pequeños iban al mismo maternal que Dante y los más grandes estaban asistiendo al instituto, a John le llovieron becas para las universidades más importantes debido a sus altas calificaciones. Todo estaba tomando su curso, y por fin, se podía sentir que todos éramos felices con las decisiones que habíamos tomado. —Aquí ta la flor, papi —miré hacia mi costado y Dante me alcanzaba una rosa roja para terminar de armar la fuente del desayuno. —Gracias —tomé la flor en mis manos y la puse a un lado de la
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NARRA BERENICE —¿Estás bien, Berenice? Te noto algo extraña —preguntó mi hermana bebiendo de su gaseosa. —Sí, estoy bien —respondí un poco molesta tomando el ultimo bocado de mi comida. Era la cuarta vez que escuchaba esa pregunta en el día. —¿Desde cuándo te gusta el pescado? —hizo una mueca de desconcierto, al igual que yo. ¿Estaba comiendo pescado? ¡Puaj! Lo detestaba… no lo comía desde… —La última vez que vi que lo comías estabas embarazada de Dante —agregó sugerente mi hermana. Rodé los ojos y dejé pasar esas palabras. Antes de responder, el aviso de Dante nos interrumpió el hilo de la conversación. —¡Llegó la hora del pastel! Cuando escuché las palabras de mi pequeño, miré hacia él y venía acompañado de Emerson trayendo un enorme pastel de chocolate. De solo verlo se me hizo agua a la boca. Últimamente se me apetecía todo lo dulce que estaba a mí alrededor, era extraño, porque no era muy fanática de los dulces, prefería lo salado. Pero daba igual. Todos se colocaron a m
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NARRA EMERSON ¿Había escuchado lo que creí haber escuchado? Definitivamente el golpe me había afectado. De lo único que estaba seguro, era que mi culo dolía como los mil demonios. Levanté mi mirada desde el suelo hasta Berenice, quien me miraba con una mueca graciosa, apretando sus labios para no reír. —¿Cómo está tu culo? —preguntó con los labios apretujados y sus ojos brillantes aguantando la risa. Rodé los ojos. Me levanté suavemente y refregué mi trasero; de verdad que dolía—. Me he tropezado, no te burles de mí. El culpable fue tu zapato —me agaché y se lo mostré. —¿No vas a decirme nada? —preguntó suavemente, luego que el momento de la risa pasara. —¿Decirte qué? —¿No escuchaste lo que dije? —¿Qué dijiste? —¿Seguiremos con preguntas? —¿Quién hace preguntas? —seguí el juego. —¡Basta! Te acabo de decir que puedo estar embarazada y tú haces el juego de preguntas —bufó dejándose caer en la cama. Me quedé en una pieza, entonces… ¿si había escuchado bien? “Puedo estar e
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NARRA BERENICE —Con cuidado —rodé los ojos—. ¡Oh vamos Emerson! Estoy embarazada, no inválida. —Dilo otra vez —sus ojos brillantes hicieron que casi llore, casi. Una suave sonrisa apareció en mis labios. Era la ternura hecha hombre—. Estoy embarazada. —Te amo —dijo besándome una vez más. ¿Cómo era posible que, en menos de veinticuatro horas, mi vida hubiera cambiado tanto? Esta mañana —o bueno, el día de ayer—, amanecía cumpliendo años y ahora… estaba comprometida y embarazada. ¡Menuda manera de empezar mis veinticuatro años! —Entonces… ¿estamos de dos meses? —preguntó como un niño pequeño hundiendo el colchón cuando se acostó a mi lado. —Si los cálculos no andan mal, si. Pero lo sabremos con mayor seguridad cuando hagamos la ecografía. —Soy tan feliz, mi amor —se colocó encima de mí, pero sin apoyar el peso de su cuerpo—. Serás una reina, mi reina… jamás les faltará nada. Los amo tanto, a ti, a Dante y a este pedacito nuestro que viene en camino —agregó besando la piel descub
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NARRA EMERSON Jadeé sorprendido. Si cuando me enteré de la posibilidad de ser padre me caí de culo, ¿ahora como reaccionaria? Por si las dudas, clavé mis pies fuertemente en el piso. ¿Mellizos? ¡Vaya! Eso no me lo esperaba. —¿Mellizos? —preguntó mi ángel incrédula. —Aquí podemos ver ambos fetos, ¿llegan a verlos? Son mellizos porque cada uno crece en una bolsa amniótica distinta. Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver esos dos pequeños porotitos. Realmente esto estaba sucediendo, íbamos a ser padres de dos bebés. ¿Qué más le podía pedir a la vida? —No tengo palabras para agradecerte —dejé caer mi frente en la Berenice y la besé repetidas veces. —Te amo —dijo al borde de las lágrimas. —Como yo a ti —contesté. —¿Quieren escucharlos? Asentimos sin dudar y el cuarto se llenó del sonido más maravilloso del mundo. Algo similar a un aleteo, muy rápido. Esos eran los frágiles corazoncitos de nuestros porotitos, una parte de Berenice y mía creciendo doblemente, en el seguro vientre
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NARRA BERENICE Todo a mi alrededor era blanco, solo había tranquilidad y claridad. No lograba ver nada, debido a la alta blancura que me rodeaba. De repente una sombra detrás de mí me sobresaltó, pero no podía moverme. Sentía que dos imanes me pegaban al suelo; tampoco podía gritar, no encontraba mi voz. —Belly —dijo una voz a mis espaldas y me tensé completamente. Mis piernas reaccionaron y logré darme vuelta para quedar frente a frente con la figura humana. Sonreí tristemente, ahí estaba él. Parado dedicándome la sonrisa que me había enamorado, ya mucho tiempo atrás. Levanté mi mano para poder acariciar su rostro, pero mi cuerpo no respondía a mis deseos. Sus ojos azules me miraban cautelosos—. Eres tan hermosa como recordaba. Quise responderle, juro que quise, pero mis palabras no salían de mi garganta. —Sé feliz Belly, y forma junto a él la familia que nunca podré darte. Ámalo y déjate amar, ustedes están destinados. Las almas enamoradas, tarde o temprano se encuentran. Us
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Secó una de mis lágrimas con su dedo pulgar y las palabras del juez se hicieron escuchar—. Una vez dicho los votos, vamos a la esperada pregunta: Emerson Harker, ¿aceptas a Berenice Swan para ser tu esposa? —Acepto —respondió orgulloso. —Berenice Swan, ¿aceptas a Emerson Harker para ser tu esposo? —Acepto —respondí hipnotizada en su mirada verde. Dante se acercó a nosotros trayendo con él las alianzas, y luego que fueran bendecidas nos las colocamos con manos temblorosas. —Con el poder que me confiere las leyes y siendo participe del infinito amor entre ustedes, los declaro marido y mujer. Emerson, puedes besar a la novia. Sin esperar un segundo más, mi marido tomó mi rostro entre sus manos y me besó tan delicadamente que me haría llorar. Este era nuestro primer beso como marido y mujer, sellando el titulo delante de todas las personas que más queríamos. —Te amo, mi hermosa esposa —dijo entre beso y beso. —Yo te amo a ti —respondí besándolo una vez más. Llevó sus manos a mi a
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NARRA BERENICE —Corporación Harker —dije con voz profesional sin despegar la vista del ordenador. —¡Oh, vamos! No necesitas tanto formalismo. Solté unas risitas—. ¿A qué debo el honor a tu llamada, Nathan? —Resulta que la que se supone que es mi amiga me tiene muy abandonado. Si yo no la llamo, ella no mueve un dedo por hacerlo. —Sabes que no es así —rodé los ojos. —¿Cuándo fue la última vez que nos vimos? Vanessa ya cumplirá veinte años. —Eres un exagerado. No han pasado ni dos semanas aun, y Vanessa sigue siendo una hermosa niña de solo tres años. —Como digas. Junto a Leah nos gustaría hacer una reunión entre todos, ¿Qué opinas? —Me encantaría, cuenta con nosotros. —¡Perfecto! Nos vemos esta noche a las ocho. —Genial, tenemos una cita —se escucharon sus risas—. Hasta la noche, Nathan —corté la llamada. El día se estaba haciendo demasiado tedioso. No veía la hora de llegar a casa y poder descansar. Seguí controlando los documentos más importantes, dejando los más urgentes
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—Mira ma, se me salió otro hoy —dijo señalando el espacio en donde antes se encontraba su paleta—. ¿Vendrá el ratón Pérez en la noche? —Por supuesto cielo, ¿Cuándo te falló? —preguntó su papá despeinando su cabello. —¡Iuuujuuu! —exclamó dando brincos en su lugar. —Bueno pequeño saltamontes, ¿Dónde están tus hermanos? —Los porotitos están junto a abu Veronica en el jardín. Se pondrán muy contentos porque llegaron. Le sonreí abiertamente y nos dirigimos los tres hasta el jardín. ¿Qué travesura habrán hecho hoy? Frente a nosotros se desarrollaba una de las imágenes más graciosas. Jason estaba persiguiendo al pequeño Antonio por todo el patio, sin poder alcanzarlo; Veronica estaba tratando de colocarle las pequeñas zapatillas a Lizzy, luchando con los berrinches que hacia mi pequeña niña. Emerson trató de ahogar una carcajada, aunque fue audible para todos. Rápidamente nuestros pequeños porotitos vieron en nuestra dirección y se escaparon —literalmente—, de Veronica y Jason. Vinie
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