—¿Estás segura? —preguntó Joseph.No sabía por qué, pero algo dentro de él le pedía a gritos que lo impidiera, mientras que la otra, la más consciente, le decía que lo hiciera; a fin de cuentas, era lo que habían pactado.—Sí, estoy segura. No quiero tener nada que ver contigo. Podemos seguir viviendo juntos por Malena y por John. Pero, una vez tengamos el certificado de divorcio, dejarás de controlar mi vida. Podemos colaborar el uno con el otro. No te odio, Joseph. Simplemente, no quiero ser un estorbo para ti y, ya que estamos, que tampoco tú lo seas para mí —sentenció Eileen con seguridad.—¿Estás proponiendo que nos divorciemos y que sigamos siendo amigos? —inquirió Joseph incrédulo.—Si lo quieres ver de ese modo, sí. Podemos convivir, hasta que encuentre a mi hijo y logre mudarme —respondió.—Está bien, si eso es lo que quieres…, pero no permitiré que trabajes hasta que no encontremos a John. Yo tendré que seguir ocupándome de la empresa, porque las fugas son cada vez más grand
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